viernes, 5 de agosto de 2011

Memorias del subsuelo, de Fíodor Dostoievski


En esto que va Dostoievski y divide la novela -dicen que filosófica- en dos partes, a saber:
Primera parte: El subsuelo (11 capítulos).
Segunda parte: Sobre el aguanieve (10 capítulos).
En la primera parte leemos un monólogo (aquí se suele introducir la expresión monólogo interior, queda muy enigmático). Los temas del monólogo:
- la venganza;
- conversión en insecto -anecdótico pero significativo y visionario-: como símbolo de insignificancia o bien de ausencia de responsabilidad;
- el subsuselo: algo así como el subconsciente, plagado de "situaciones sin salida, deseos insatisfechos, fiebre de incertidumbres, decisiones tomadas para la eternidad"...
Yo veo el subsuelo como un sótano -nada metafórico, simbólico si se quiere pero totalmente físico-, es decir, un sótano donde se esconde el tipo y se aisla del exterior, del prójimo, y de su propio yo.
Autobiografía:
Hay en la primera parte una reflexión acerca de la naturaleza de las confesiones del escritor. En definitiva cualquier libro debería ser autobiográfico: Heine afirma que las autobiografías auténticas son algo como los imposibles, y que el hombre cuando habla de él miente siempre. Habría que recordar aquello que dijo Eco en una entrevista hace unos años sobre que la novela de ficción era más verdadera que cualquier hecho real ya que el hecho real estaba condicionado por la percepción del individuo y la obra de ficción era -aunque en la ficción- tal cual describía el autor. Es decir, que Dostoyevski puede falsear su realidad pero no puede falsear la realidad inventada.
Resulta fascinante cómo existe una conexión Dostoyevski-Borges a través de Heinrich Heine (magistral Memorias de Schnabelewopski, comentadas en mi blog de pintura con motivo de una entrada sobre Jan Steen jan-steen-en-memorias). En la entrevista de A fondo de 1976 Borges recita en alemán, a petición del entrevistador, unos versos de Heine, sin duda un autor admirado por él.
Como de cualquier forma estas Memorias del subsuelo son ¡unas memorias! el narrador concluye: "no quiero estar incómodo en la redacción de mis memorias. No quiero seguir ningún orden ni sistema. Escribiré según me vaya acordando..."
Y ahora pienso, quién decía recientemente que la biografía era el peor género de narración, o el menos sincero,...., ¡era Lem!, o el falso Lem... Y quiere hacernos creer que lo dijo alguien que escribió la brillante El castillo alto;
- la predestinación versus la voluntad humana: "la ciencia ha logrado anatomizar al hombre tan bien, que ahora ya sabemos que la voluntad y el llamado libre albedrío no son más que...", esta idea es muy abordada por los intelectuales, si alguien actúa de algún modo es porque está prefijado por su cultura, su pasado, su educación,..., y no tiene elección de actuar de otro modo. Los librepensadores dirán, pero podía haber actuado de otro modo. Pero no lo hizo, en realidad no podía haber actuado de otro modo, en definitiva. Como quiera que la realidad no es bivalente y no puede bifurcarse -como los senderos del jardín de Borges, o las infinitas variaciones de la novela de uno de sus personajes- no hay forma objetiva de refutar tal condición.
También leemos al respecto: "todos los quereres y razonamientos podrán ser perfectamente calculados", realmente me preguntaba si la palabra "quereres" podía existir y aquello me alejó algo del verdadero sentido de la idea de Dostoyevski, una idea que me recordaba a cuando Thomas Bernhard dijo algo así como "todo es repensado", una sentencia bastante desmoralizadora, porque ¿para qué estar todo el día ahí, pensando y pensando cosas, si al final todo lo ha pensado ya alguien antes? ¿Acaso el hecho de que fuera repensado daba más valor a aquello que era pensado, es decir, que lo pensado por segunda, tercera, o muchas más veces tenía más valor que esa misma cosa pensada la primera vez? ¿Acaso era como la dificultad de crear después de Bach? Porque claro, Bach fue un gran creador pero NO TENÍA a un Bach antes que él mientras que los demás compositores después de Bach sí tuvieron un Bach antes que ellos. Esto no tiene nada que ver, o al menos, poco que ver, si bien sí algo que ver, en definitiva todo tenía que ver con todo y nada tenía que ver con nada. Y sobre todo, decirle al bueno de Bernhard ¿fue él el primero en pensar que todo era repensado o era algo ya repensado también?
"Efectivamente podría calcular con antelación toda mi vida treinta años antes." Pero claro, y siguiendo con el razonamiento anterior bien podría pasar que alguien ya la hubiera pensado por mi, con lo que mi vida la podrían haber vivido otros muchos antes que yo, y en ese sentido, ¿cuánto me pertenecía realmente de mi propia vida? ¡Otra vez Lem! y sus vidas dirigidas, y Borges, y Heine, y las vidas inventadas de artistas de Beckford, y Borges otra vez, y Lem... 
Me gusta especialmente una frase en la que Fedor cuestiona -ridiculiza, teatraliza- las decisiones del ser humano: En el capítulo I. "Pero a pesar de todo me quedaré en San Petersburgo, ¡no abandonaré San Petersburgo! No o abandonaré porque... Eh, es exactamente igual que lo abandone o no." La intención de no abandonar San Petersburgo se torna ridícula cuando uno la repite una y otra vez, cualquier idea se convierte en ridícula cuando uno la repite muchas veces, la propia existencia, por supuesto, leer este libro, por ejemplo, pero no digo leer este libro una y otra vez sino LA IDEA de releer el libro, repetirse esa idea en la cabeza, hasta que pierde cualquier sentido, de alguna forma la repetición infaculta a la razón, la deja desprovista de cualquier significado coherente. Sin embargo no creo que esta incertidumbre sobre el hecho de quedarse o no en San Petersburgo tenga nada que ver con la repetición de la idea. Debe ser más bien acerca del arraigo del ser humano sobre su lugar de origen, un arraigo que los científicos no han conseguido -o no han querido- dilucidar. Hay tantas cosas que los investigadores no investigan, por ejemplo, los sueños, vale, Freud pasó horas pensando el tema pero ¿por qué soñamos, por qué nuestra mente es tan poderosa en el sueño y tan ineficaz en la vigilia, cómo sabe el cuerpo que debe "apagarse", por qué la autonomía del ser humano coincide fantasmalmente con la presencia diurna, no es raro esto?
En el capítulo 2 encuentro un tremendo guiño a la futura Metamorfosis de Kafka: "Solemnemente declaro que muchas veces he querido convertirme en un insecto. Pero ni siquiera se me ha concedido ese honor." Lo que más me gusta es que lo declara SOLEMNEMENTE, porque convertirse en un insecto -no especifica en cuál, yo me inclino por una cucaracha- es algo solemne -desde la ridiculez, por el tamaño y por su carácter rastrero y escurridizo-.
Para más tarde reincidir en el tema:
Capítulo IV Sobre el aguanieve: "Zverkov me contemplaba en silencio, como si yo fuera un insecto." Aún no se ha convertido intrínsecamente en un insecto pero al exterior puede presentarse como tal a los ojos del enemigo -sin conocer ese enemigo que es un devaneo personal del propio narrador, convertirse en un insecto: ¿nació de ahí la idea de La metamorfosis?-.
Encuentro una idea -ya mencionada arriba- que desarrollarán más adelante Stanislaw Lem y Jorge Luis Borges -otra vez, otra vez-, la de la predestinación -en forma de empresas vendedoras de oportunidades de Being, Inc., en el primero y de La lotería en Babilonia en el segundo-: Capítulo VII El subsuelo:" ... basta descubrir estas leyes de la naturaleza pasa que el hombre no sea responsable de sus actos y para que le resulte muy fácil vivir. Entonces cae por su propio peso que todos los actos humanos estarán matemáticamente calculados según estas leyes, se hará una especie de tabla de logaritmos, hasta el 108000, y se incluirán en los calendarios; o, mejor aún, se harán unas buenas publicaciones, al estilo de las actuales diccionarios enciclopédicos, en los que todo está calculado y establecido con tanta precisión, que ya no se darán en  el mundo ni acciones ni aventuras.
Actividad ¿cultural?
Cap. IX (al hombre) "Le gusta estar ocupado hasta alcanzar un fin, pero, una vez  que lo ha conseguido, no se siente feliz, y se entiende que esto es un hecho terriblemente cómico. Resumiendo, el hombre es muy raro; y todo esto,  como puede verse, es un rompecabezas."
¿Por qué estáis tan firme y solemnemente convencidos de que sólo lo normal y lo positivo, o sea, sólo  el bienestar sea ventajoso para el hombre? ¿No es posible que la razón induzca a error en relación con estas ventajas? ¿No podría suceder que al hombre no le guste sólo estar bien? ¿Que le guste tanto por lo menos el sufrimiento? ¿Que el estar mal le suponga tanta ventaja como el estar bien?"
Segunda parte.
Titulada "Sobre el aguanieve" nos imaginamos a Fedor caminando por el puente del zar Alejandro III sobre el río Neva.
Contradicciones.
Cap I: "estaba lleno de contradicciones. Así, a veces no me gustaba nada ir a la oficina, incluso muchas veces volvía a casa enfermo. Pero, de repente,  sin saber cómo ni por qué, empezbaa una fase de escepticismo e indiferencia (en mí todo era así, por fases), y yo mismo me reía de mi intolerancia y repulsa, y me autoinculpaba de romanticismo. Tan pronto me daba por hablar con nadie como me ponía no sólo a hablar, sino hasta bromear amistosamente con todos."
Las contradicciones al fin y al cabo van conformando la esencia de la persona. No creo que sea perjudicial aceptar las contradicciones -ni que existan, y no sólo en el transcurso del tiempo sino concidiendo en él, como dos caras de una misma persona-, porque en realidad esas contradicciones no son tales, y si investigamos en el profundo origen y procedimiento de cada una de ellas observaremos cómo no sólo no son contradicciones sino que además convergen inexorablemente en la dicción (el opuesto de contradicción, demonios).
La lectura.
Siempre es importante leer, hasta que deja de ser suficiente -¡eso nunca!-, o hasta que te hunde -¡con Bernhard,demonios!-.
"En casa, en primer lugar casi siempre estaba leyendo. Intentaba sofocar con impresiones externas todo lo que me bullía sin para dentro. Y las únicas impresiones externas que podía conseguir me venían de la lectura. La lectura, sin duda, me ayudaba mucho, me conmovía, me deleitaba y me atormentaba. Pero en algunos momentos me aburría mortalmente."
El aburrimiento era lo peor, pero en esos casos lo mejor era cambiar de libro, no era la lectura lo que aburría sino el libro que se estaba leyendo -o el estado anímico del individuo, o físico-, y cuando me aburría siempre recogía algún libro de Thomas Bernhard y enseguida el aburrimiento se disipaba en un halo de locura y prestidigitación.
Ideas brillantes.
A veces nos asaltan ideas tan brillantes que no reparamos en lo absurdo de su concepción: "Y de repente me vino una idea muy brillante "¿Y si -pensé-  cuando me cruzo con él, no me apartara? ". Pero vamos a ver, eso es como pensar ¿y si le partiera la cara a este compañero de trabajo? Traería consecuencias, extrañas consecuencias, incluso puede que fatídicas, ¡sobre todo para su cara!
"Aquella temeraria idea se fue apoderando poco a poco de mi hasta que no me dejaba en paz." El narrador está harto de apartarse siempre ante un oficial orgulloso y el día que decide no apartarse... entonces... todo se queda en una idea de rebeldía, una idea que sufrague la impotencia del ser humano ante la sociedad.
La infancia.
¿Romper o no romper con ella? La infancia suele oscilar en nuestro recuerdo entre lo onírico y lo irreal, y en esa etapa nacen la confusión de lo recordado, la manipulación incluso de esos recuerdos, la intangibilidad, la insoportable imposibilidad de corroborar esos recuerdos, de contrastarlos, hasta que al final se van diluyendo en una trama de escenas neblinosas o sucesos inútiles que se niegan a desaparecer. 
cap II. "Hubiera sido capaz de pedir mi traslado, con tal de no encontrarme con ellos y romper definitivamente con mi odiosa infancia. ¡Maldito el colegio y esos terribles años de presidio! En una palabra, rompí con mis compañeros nada más verme libre.  Sólo había dos otres con los que me saludaba cuando nos encontrábamos."
Al final la infancia termina por concentrarse en una falacia de años añorados y entrañables cuando la mayoría de las veces es de una infatigable insoportabilidad -muy parecido al mundo del adulto, por tanto...-.
Superioridad.
No sé por qué siempre creemos que somos superiores a los demás aunque sepamos que no lo somos.
"cap III. Entendían tan poco de las cosas más necesarias, les interesaban tan poco las cosas más interesantes, que involuntariamente empecé a considerarlos inferiores a mí." Claro, lo interesante es sólo lo que nos parece interesante a nosotros, jaja.
Pues parece que con El doble comparte estas Memorias del subsuelo algo más que las características de rareza del protagonista, también trabaja en una oficina, tampoco se habla con sus compañeros de colegio, de trabajo, ¡hasta su jefe se llama igual!: cap VIII. " Apelé a un medio heroico:  pedirle prestados hasta 15 rublos  a Anton Antonovich. Por un afortunado capricho éste se encontraba esa mañana de muy buen humor y me los dio nada más pedírselos." Lo heroico redunda en la bajeza entonces.
Escenas.
- La comida en el Hotel París.
Es la escena central de la novela. En ella el narrador se invita a una comida con antiguos compañeros. Allí vivirá un tira y aflojas desde el principio -retrasaron una hora la cita y no le avisaron- hasta conseguir que el protagonistas se retuerza sobre sí mismo, ofenda, pida perdón, desafíe a un duelo, ... tantas vueltas para no pagar. Me hubiera gustado escribir un comentario exclusivo de esta escena, escribir un libro si acaso, una reinterpretación, un bosquejo de tesis doctoral, hasta que pensé que era mucho mejor no hacerlo, mucho más fácil en definitiva. De modo que sólo mencionaré las escenas, que cada uno lea su propias Memorias del subsuelo.
- El encuentro con Lisa en la casa de citas.
- La visita de Lisa a casa del narrador.

Personajes.
Zverkov: el antiguo compañero de estudios homenajeado en su próxima partida.
Trudolyukov: ex-compañero de estudios.
Ferfichkin: igual que el anterior.
Simónov: igual,y único amigo que le queda al narrador.
Lisa: la prostituta de quien se enamora el protagonista.
El criado Apollon: con quien mantiene una simpática relación de odio-dependencia ("¡Lo mataré! -exclamé de pronto, soltando un puñetazo en la mesa con tanta fuerza, que saltó la tinta del tintero.")
Cartas.
En El doble las cartas jugaban un papel fundamental, en esta novela -anteriormente comentada por Kovalski- estas cartas eran transcritas tal cual. En este caso Dostoievski tan sólo menciona alguna de estas cartas pero sin hacerlas un personaje más com osí ocurría en El doble, por ejemplo a Simonov, disculpándose por su comportamiento en el Hotel París.
Cap. VIII. "Nada más llegar a casa, escribí a Simonov."
La relación con Simonov es muy interesante y es deudora de una mayor análisis -para el que no estoy preparado, por supuesto-. Tampoco aspira este comentario a más, es simplemente un comentario.
Conclusión.
Una novela fragmentaria (de 1864), con menos desarrollo narrativo que El doble (de 1846), en definitiva, una novela donde rezuma el gran talento de Dostoyevski y que al lector se le antoja inacabada -y quizás ahí radique su inocencia, su excelencia, su fascinante complejidad y su virtuosa modernidad-, y que de alguna forma supone un adelanto de lo que serán sus grandes obras maestras.

Nota: cualquier parecido entre esta reseña y la realidad del libro de Dostoyevski no es más que una coincidencia, así que no lo tengan en cuenta, por favor.

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