jueves, 7 de abril de 2011

Tynset, de Wolfgang Hildesheimer


Hildesheimer. La necesidad de un comentario.
Hacía varias semanas que había leído Tynset de Hildesheimer. Tengo que hacer un comentario crítico de Tynset de Hildesheimer, me decía una y otra vez, pero de alguna forma yo iba retrasando el momento clave, es decir, el momento de redactar aquel comentario sobre este gran libro de Hildesheimer, Tynset. Me dije: primero introduciré algunas notas sobre el autor, eso es, y me puse manos a la obra, como suele decirse. Hildesheimer nació en Hamburgo en 1916. Hildesheimer, asímismo, murió en Poschiavo (Suiza) en 1991. En medio formó parte del grupo del 47 junto a Arno Schmidt (el Cortázar de la literatura germana, República de sabios), o Ingeborg Bachmann (Tres senderos hacia el lago), tres autores poco populares comparados con otros miembros del mismo grupo literario como Grass, Ranicki o Heinrich Böll. Recibió algunos premios como el Ciudad de Bremen -con Thomas Bernhard en el jurado- y el Premio Buchner, al igual que Thomas Bernhard.
Traducción: María Cuenca.
Portada. El pintor Chenavard, 1856. Foto de Féliz Nadar.
Editorial: Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main, 1965. Sí, la misma de Thomas Bernhard.
Lo esencial en Tynset: insomio, Tynset. Los personajes.
Después de estos datos me dije, no puedo escribir nada más, qué puede escribir alguien como yo sobre Tynset, esa gran novela filosófica-insomne-reflexiva-ditirámbica-espectral. Pues empezaré con el comienzo, nada más claro: "Estoy tumbado en la cama, en mi cama de invierno. Es la hora de dormir. Pero ¿cuándo no lo es acaso? No se oye nada, casi nada."
En las primeras páginas el narrador nos introduce en el deambular insomne del protagonista: sonido de la madera (pág. 15), olor a incienso procedente de la habitación de Celestina (pág. 16).
Vayamos por partes. ¿Quiénes habitan esta novela? el narrador, Celestina, su criada, el fantasma del padre de Hamlet, el predicador, la chica de la fiesta que quiere observar las estrellas con el catalejo del ático, unos personajes anónimos que reciben llamadas del narrador, y el personaje más importante, que es un lugar en realidad: Tynset, una localidad noruega y que ha sido descubierta por el narrador en la Guía oficial de ferrocarriles noruegos, edición de 1963. p.17: "De modo que leo esta guía oficial de ferrocarriles. Leo, por ejemplo, acerca de una línea secundaria que va desde Hamar hasta Stören, pasando por Elverum, Tynset y Röros."
Es decir, el narrador nunca ha estado en Tynset, toda la novela tiene la intención de ir a Tynset, no se sabe a qué, pero desde el principio sabemos que nunca el narrador irá a Tynset.
El insomnio es otro protagonista del texto: p.24: "Es tarde, quiero intentar dormir". Advertimos la desazón del narrador, ya no pretende dormir sino sólo intentarlo.
De Hamar no le llama nada la atención, tan sólo que allí había nacido una cantante de ópera, pero en Tynset, ¿quién había nacido en Tynset? ¿Acaso no se imagina el narrador el frío que tiene que hacer en Tynset?
La historia del narrador.
Bien, veamos, no sabemos dónde está el narrador. Pensamos que en algún lugar de Noruega, ya que de lo contrario no tendría sentido que tuviera la guía de ferrocarriles de allí. Una guía que tiene un par de años además. Pero el narrador vivía anteriormente en Alemania "Antes, cuando vivía en la ciudad, y en Alemania, antes me gustaba leer de vez en cuando la guía de teléfonos por las noches". Si bien el narrador se queja de este texto de presentar lagunas, de no ser compacta com ola guía de ferrocarriles. Son dos grandes lecturas, sin duda alguna.
A veces el narrador quería cerciorarse de la fiabilidad de su guía y llamaba al azar. Así al señor Huncke: "Lo han descubierto todo, ¡huya mientras todavía tenga tiempo!"., o al señor Gottfried Malkusch ("Gracias Obwasser", le agradece al anrrador el aviso). Luego probará con dos vecinos, el que escucha la tercera de Beethoven y Erhard Selbach.
Su criada, Celestina," bebe mucho y reza mucho" y "ya no va a la iglesia, se retuerce en sus pecados a lo largo del día". En la página 25 se encuentra por primera vez con el padre de Hamlet al darse un garbeo por la casa para intentar dilapidar su insomnio -te dije que no tomaras tanto café, Hildesheimer-.
Hará nuevas llamadas, al susodicho Obwasser, Karl Dietrich, y a Kabasta. Ahí ya parece que le cortan el rollo p.44: "Al día siguiente, la línea chirriaba cuando descolgué el auricular".
Ahora el que tendría que huir sería el propio narrador, ¡ahora era él quien había sido descubierto! : "Poco después de aquello dejé la casa, la ciudad, el estado, y me marché de aquí. Eso fue hace once años."
En la página 44 el narrador advierte el zumbido del silencio, en una artificial y desgastada paradoja poética.
Escarmentado de sus pesquisas telefónicas decide llamar al número del tiempo (nos acordamos del juez retirado en Rojo de Kieslowski): "Conozco esa voz femenina tan cuidada y su dicción excesivamente articulada" (ahora nos acordamos también de El amante del amor de Truffaut).
Sigamos con las indagaciones sobre el verdadero paradero del narrador, p.47: "¿Ubicación? ¿Dónde estoy entonces? ¿Dónde? Aquí, en ninguna parte."
Sólo tenemos la completa seguridad de dónde NO ESTÁ, no está en Tynset, evidentemente.
El reverendo revivalista Proscnizer.
Como en el mejor Bernhard -obra en todo caso posterior a esta Tynset, de 1965-, el despliegue de sensaciones, reflexiones y saltos cronológicos en la mente del narrador va dejando caer datos sobre una historia, entretejida, puzzleriana, la historia del predicador: "las manos cruzadas sobre el volante, el representante del movimiento evangélico de resurrección Mr. Wesley B. Prosniczer".
Recapitulemos entonces. La novela ya tiene algunos puntos claros a esta alturas:
1- la huida hace once años del narrador hacia un lugar incierto -episodio de las llamadas telefónicas furtivas-;
2- la idea de escapada hacia otro lugar, Tynset, la metáfora del sentido de su vida, de su destino, de un final, no por anunciado más factible (p. 51: "voy a intentar dormir, ¿cómo era ese nombre tan bonito? Tynset.")
3- la historia del reverendo Prosniczer;
p.52: "Hubo un tiempo en el que yo mismo intenté escribir una guía de teléfonos, como ejercicio".
Pues es un ejercicio muy saludable. Así inventaba un nombre con una ocupación (parece que en las guías alemanas figuran las profesiones delos titulares del teléfono) aunque p.52: "yo veía perfectamente que ahí había un error,... la imagen no se vio afectada, más bien destruida, o mejor aún, aniquilada, sí, esa es la palabra correcta, aniquilada". ¿Por qué pensamos en Bernhard una y otra vez?". p. 53. por ejemplo, inventa a Hanskarl Fuhrich, pero "todo era un poco más sórdido que mi borrador".
Los nombres son fundamentales, la sonoridad de un nombre, Tynset (p.55)
En la página 37 el narrador escuchaba el canto de un gallo, y en la p.57 recuerda el episodio de los gallos de Ática "para poder escucharlos cantar subí una tarde a la Acrópolis". Me acuerdo cuando Mark Twain en su Guía para viajeros inocentes tuvo que hacer una excursión ilegal para hacer una visita noctura a la Acrópolis. Allí no se encontró con los gallos de Hildesheimer pero sí con una buena manada de perros.
La muerte, ese reconfortante pensamiento.
Pero no crean, al narrador también le preocupa la muerte, p.68. “He muerto a menudo”, P.72. “La muerte entra aquí, de vez en cuando, a escondidas”. ¿Este tipo celebrará una fiesta en su casa? No puedo perdérmela, demonios.
p. 67 “Una muerte que sirve para inculcarme lo que significa la vida: ilusión y engaño y humillación”. Este pensamiento es muy propio de Thomas Bernhard. Si estás pensando en suicidarte no leas este libro, o bien léelo, es el tipo de libro que puede salvarte definitivamente o aniquilarte definitivamente.
Hay una herencia, lo que nos hace pensar de nuevo en Bernhard y en La calera o Amras: p.113 “Hace once años que me mudé aquí. Sin embargo, ya hacía algunos años que tenía la intención de mudarme aquí. Mejor pensado: tenía la intención desde que heredé la casa.”
p. 114. “Todo heredado (…), he heredado todo de mi tío, o más bien de mi tío putativo, así se le llama, creo.” En La calera de Bernhard el narrador quiere comprar la vivienda a su tío pero ese tío siempre se opuso a la venta de la calera desde el principio y sólo accedió al final, a su muerte."
Las posibilidades y el engaño y la investigación planean constantemente en la mente del narrador: p.80 “Al fin y al cabo Tynset tampoco será nada más que una confirmación de lo que yo he sospechado siempre (que me muevo en la inmensidad)”, p103 "engañar al sueño".
p. 78 “Quería investigar sobre Tynset, pero yo me pregunto ¿para qué? ¿Qué es lo que yo quería .saber realmente? ¿Qué debería esperar de Tynset?”. Tan sólo “un largo viaje”.
Hildesheimer culto.
Las referencias bíblicas, mitológicas y del mundo antiguo salpican el texto: p. 67. “Al igual que la ciudad de los nabateos se convirtió de nuevo en un desierto”. P 122 “llegaron otros invitados con la esperanza de ver algo inesperado, una fiesta mayor, quizá el salón de Belsasar”. Como una centella en nuestra cabeza se dibuja el cuadro de Rembrandt. P.123 “Hades con una Perséfone que lo arrastra hacia las estrellas.” O también en P.89 donde se reflexiona sobre la oración de Caín.
Ponerse al día: “voy a leer el periódico que está encima de todo que es del año 1961”. Como le sucede al industrial de Falso movimiento de Wenders y a algunos personajes de Bernhard el hecho de tener ánimo para leer el periódico –aunque sea atrasado- es señal de mejoría.
Escena fundamental: la ministra de guerra besa el anillo del cardenal en el aeródromo.
El libro de cantos.
A medianoche se da un voltio por la casa, p.118 “aquí deambula por las noches y subo hasta donde está el catalejo”.
p.119. “sólo arriba del todo, en el último piso, hay una cosa sóllida cubierta de polvo… un libro de cantos que y o deposité aquí y que nunca quité, último recuerdo de mi fiesta de despedida”.
Este libro alberga una historia muy particular que encuentra su bucleriano fin en el primer tramo del libro.
La fiesta.
¿Alguien puede imaginarse al narrador celebrando una fiesta? Pues sí, lo hizo, a modo de despedida del mundo exterior (p.120. "no he vuelto a ver a ninguno de los invitados". No me extraña, después de esa fiesta mejor te retiras de la vida social.). Allí apareció un predicador al que nadie había invitado realmente. Había también una chica que quería subir al ático para mirar por el catalejo (p.120). El predicador dio un sermón, les hizo cantar a coro y ridiculizó a todos (indignación) ("que se dejaran manejar en lugar de manejar"). Los evangelios –libros de cantos- volaron por todos lados.
Unas cuantas historias en el Hildesheimer.
Tenemos entonces una historia en el Hildesheimer.
1- salida en coche y encuentro con accidentado -el predicador (p.120. "no he vuelto a ver a ninguno de los invitados -excepto al predicador)".
2- la fiesta (anterior a 1): la aparición del predicador en la fiesta (p.133 "Él sacó una tarjeta y me la entregó: Proscnizer. Revivalist")
Tenemos otra historia.
1- las llamadas nocturnas amenazantes;
2- la huida a este lugar hace once años.
Y una tercera:
1- la abnegada y religiosa vida de Celestina;
2- la bendición de Celestina en la cocina por parte del narrador (p.179 "No me acuerdo del gesto, no lo he aprendido, sabía, que podría utilizarlo alguna vez".)
Y una cuarta:
1- la cama de Gesualdo, el asesino.
Una quinta historia.
1- el deambular por la ciudad capital de provincia a la que termina llamándole Wilhelmstadt, es decir, la ciudad de Wilhelm, lo que nos recuerda inevitablemente al libro de Goethe Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, el cual nos conduce a su vez a Falso movimiento de Wenders (es la obra sobre la que se basa el guión de Peter Handke).
Una más:
1- la de la cama para 7 personas en el hostal medieval adonde llegara la peste de forma silenciosa pero devastadora.
La más importante, la de Tynset, en proyecto, p.188 "Pero qué es lo que imagino con Tynset? ¿Qué? Nada, cállate, nada.", demonios, es un sitio muy frío donde no hay ni un alma, entérate de una vez.
La portada.
No sé por qué la foto de la portada es del pintor Paul-Marc-Joseph Chenavard, un pintor del que desconozco todo. Nació en 1808 y estudió con Ingres y luego con Delacroix, o sea, con los dos extremos del arte francés del XIX. En el Orsay se encuentra su impresionante Divina tragedia, una extraña combinación del academicismo de Ingres y lo tumultuoso de Delacroix, aunque sin su colorido.
Algunas ideas recurrentes.
Básicamente uno de los temas centrales es sin duda el insomnio, como fuente de pensamiento (ideas sobre la reparación de los defectos, la belleza, el sonido de los nombres, Gesualdo, la cama para siete personas con siglos de antigüedad...), de lucidez, de regeneración mental (reconstrucción de la fiesta, concatenación de los hechos del predicador Proscnizer), también de locura (el fantasma del padre de Hamlet, p.127 "atravieso la biblioteca y salgo al pasillo de piedra, allí está, rígido y callado, el padre de Hamlet", p.127 "me molesta que también se llame Hamlet", es verdad, es un lío), de incertidumbre (engaño, aniquilación, humillación, suplantación del mesías), de proyectos inabordables (visitar Tynset).
Hildesheimer y Bernhard.
Intentar establecer paralelismos entre la literatura de Hildesheimer y la de Bernhard es algo lógico. Creo que este libro, Tynset (1965), debió suponer una auténtica revelación para Bernhard. Si consideramos La calera, de 1970, su primera obra maestra podemos tender a pensar en la deuda hildesheimeriana de Bernhard pero hay que apuntar que ya en Amras de 1963 y en El italiano, también del 63–si bien algo menos en Helada (1963) y Trastorno (1966)- ya asistimos al germen de lo que será esa prosa reflexiva, portentosa, avasalladora y extraordinariamente inteligente –y mental y pesimista y decadente- de Bernhard. Entonces ¿quién influyó a quién? La poca obra publicada en España de Hidlesheimer –tan sólo su biografía Mozart y Tynset- nos impide por el momento establecer en qué dirección se movieron las inspiraciones mutuas de ambos genios. Mi teoría es que Hildesheimer recogió algunas ideas del talento naciente como novelista del primer Bernhard y las desarrolló hasta un punto en el que sólo el propio Bernhard podía ir más allá. Si bien el Hildesheimer redunda acerca de una idea obsesiva (un tema muy Bernhard) el estilo narrativo no es propiamente obsesivo (sí en Bernhard). Tan sólo encontramos algunos términos muy benhardianos (como aniquilación, humillación y sobre todo alguna idea como la del aislamiento del colectivo o la de un viaje imposible -a menudo concretado paradójicamente en Bernhard-) que configuran la extraña esencia del personaje protagonista (anónimo, ¿el propio Hildesheimer?). El único testimonio que conozco de la mano de Bernhard sobre Hildesheimer se encuentra en Mis premios, cuando como miembro del jurado del premio de la ciudad de Bremen, Bernhard reconoce no saber quién es ese Hildesheimer a quien le van a dar el premio, si bien, sí conoce su condición de judío.
La influencia de Hildesheimer.
Tan sólo recogiendo algunos autores citados a lo largo de este comentario encontramos algunas ideas de Hidlesheimer que han podido utilizar otros genios del arte como Kieslowski (Rojo, tan sólo basado en un breve párrafo, ¡pero es tan inusual que no podemos pensar sino en influencia!);Truffaut (en Domicilio conyugal, Antonie Doinel sólo necesita dormir cuatro horas, al igual que el narrador, y nunca se aburre, hasta que conoce a la chica japonesa, claro); Bernhard por supuesto (aunque no me decido a definir la dirección del influjo); Wenders (he citado varias veces Falso movimiento, y por lo tanto quizás Peter Handke, autor del guión, próximo de alguna forma a Bernhard), y supongo que algún otro que se me escapa.
Hildesheimer y La habitación verde de Truffaut.
A estas alturas muchos pensarán que estoy loco, aún así les daré una nueva razón para ello. Vi hace unos días La habitación verde de Truffaut. Aparte de la extraordinaria belleza clásica de una joven Natalie Baye hubo algo que me llamó poderosamente la atención, como suele decirse. Cuando Julienne Davenne (el propio Truffaut) le está enseñando la capilla recién creada para los muertos de su vida -inspirada en cualquier caso por su mujer prematuramente fallecida a los 23 años de edad- a la joven Cecilia Mandel se ven fotografías de algunos de estos personajes que significaron algo en la vida de Davenne. Así vemos a Wilde, Maurice Jaubert (un compositor de la primera mitad del siglo XX utilizado por Truffaut en algunas de sus películas, ésta entre otras), un soldado alemán que vio morir Davenne en la primera guerra mundial..., y de pasada, y sin que la cámara apenas se fije en ella, casi borrosa, vemos la foto de Chevanard, la misma que ilustra la portada de este libro, Tynset de Hildesheimer. Desconozco si ésta era la portada de la primera edición del Hildesheimer, o de la edición francesa en todo caso, pero teniendo en cuenta la gran afición de Truffaut por la lectura (su alter ego Antoine Doinel aparece en muchas pelis leyendo a Balzac) no es descabellado pensar que Truffaut conociera Tynset de Hildesheimer cuando rodara La habitación verde en 1978 y le quisiera rendir un pequeño homenaje, o bien simplemente admiraba la obra del pintor Chenavard.
El mensaje.
Una vez llegados a este punto, qué decir de Tynset, qué decir de esta magnífica novela, de este profundo análisis de la futilidad humana, de lo absurdo de la existencia, de la recurrencia de la muerte y de los recuerdos a través del insomnio, quizás el momento más lúcido y definitivo del alma humana.

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