lunes, 27 de septiembre de 2010

Hormigón, de Thomas Bernhard.


Beton. Traducción de Miguel Sáenz.

1. El trabajo intelectual.
Rudolf, que tiene que atiborrarse de corticoides para combatir su enfermedad, se dispone a escribir por fin el trabajo de Mendelssohn sobre el que lleva recopilando escritos durante diez años. Se entiende que la labor de documentación es importante pero éste se está pasando: "¡Tenemos que estar solos y abandonados de todos si queremos acometer un trabajo intelectual!". Vale, es primordial estar solo para acometer el trabajo, pero ¿abandonado? Con esto Bernhard nos quiere decir que es necesaria la sensación de abandono, es decir, que esa soledad no sea buscada, aunque en el fondo no sea buscada pero que en realidad sea buscada, bueno, un lío. "He anotado demasiadas cosas sobre Mendelssohn Bartholdy en esos cientos y miles de papeles que se amontonan en mi escritorio, me he ocupado en general demasiado de Mendelssohn Bartholdy, mi compositor favorito". No, qué va, tan sólo estás asfixiado y ahogado entre papeles de Mendelssohn Bartholdy, a ver cómo te las arreglas ahora para empezar el maldito trabajo intelectual. Es que no tienes cabeza... En la página 162 ya leemos: "Me preguntaba mientras tanto si tenía sentido siquiera emprender aún un trabajo como mi trabajo sobre Mendelssohn Bartholdy". Para el carro. Ahora que estás por fin en Mallorca, después de un montón de páginas de dudas y preparativos ¿te preguntas si tiene sentido el trabajo? Tú estás muy mal, Rudolf. Bueno, no quiero adelantar acontecimientos. El libro es, digámoslo ya sin miedo, sobre un trabajo intelectual imposible de llevar a cabo, sobre un viaje a Palma -que culminará-, y sobre un relato trágico que transcurre en Palma dos años antes de la escritura de estas notas y que bien podría titularse Hormigón.

2. Cuando digo soledad es SOLEDAD.
"Durante unas dos horas pensé al mismo tiempo en la primera frase de mi trabajo sobre Mendelssohn y escuché si no habría vuelto mi hermana para aniquilar mi trabajo sobre Mendelssohn antes de haberlo empezado yo siquiera." Resulta que su hermana había pasado una temporada con él, y Rudolf sabía que hasta que ella no se fuera no podría empezar el trabajo, así que espera ese día con total ansiedad, y cuando finalmente llega se levanta a las cuatro de la mañana para empezar su trabajo sobre Mendelssohn. De hecho tiene todos los documentos sobre la mesa. El problema es que una vez que se ha ido su hermana Rudolf piensa que ella puede volver en cualquier momento lo que es una verdadera faena porque si ella decide volver de improviso como había hecho otras veces, es decir, ella había dicho otras veces "hasta dentro de unos meses" pero finalmente había vuelto a las pocas horas, definitivamente él tendría que abandonar el trabajo intelectual. Rudolf se enfrenta por tanto a dos miedos bien identificados: la posible vuelta de su hermana con la consecuente turbación, y la primera frase del trabajo. La primera frase es la más difícil. Empezar con una fecha era repugnante, y hacer una cronobiografía algo de verdadero mal gusto, así que Rudolf no se aclara sobre cómo empezar el trabajo sobre Mendelssohn. "Siempre creí poder realizar mi trabajo intelectual totalmente solo, sin ninguna clase de seres humanos, lo que tuvo que revelarse como un error, pero también el que realmente necesitamos a alguien es a su vez un error, necesitamos un ser humano para ello y no necesitamos ninguno, y unas veces necesitamos a alguien y otras veces no necesitamos a nadie. " Lo dije, no se aclara, yo creo que necesita a alguien para poder prescindir de él, para poder sumergirse en esa sensación de abandono, un abandono imposible si no hay nadie potencialmente disponible.

3. Técnicas de concentración.
"Voy a tranquilizarme y a empezar, me dije. Una y otra vez voy a tranquilizarme y a empezar pero, cuando lo había dicho unas cien veces y, sencillamente, no podía ya dejar de decirlo, renuncié." No es fácil concentrarse a esas horas. No es la mejor manera de tranquilizarse repetirse una y otra vez que hay que tranquilizarse, ¡eso lo sabe hasta el psicólogo más malo de la tierra! Una de las técnicas de concentración utilizadas por Rudolf es apoyarse sobre la pared con las manos abiertas. Tú sigue así, comprando boletos para acabar en el manicomio.

4. La dulce hermana.
"Sólo pensar en ella aniquila en mí todo pensamiento, siempre ha aniquilado en mi todo pensamiento, ha asfixiado en la cuna todos mis planes intelectuales". Vamos a ver, estos dos son unos flojos que viven de una herencia descomunal, ella se dedica a negociar con príncipes y gente poderosa, él simplemente se dedica a fracasar en la elaboración de trabajos intelectuales, sobre Bach, sobre Reger, sobre Nietzsche, y ahora no quiere volver a fracasar en su trabajo sobre Mendelssohn, pero su hermana ridiculiza a Mendelssohn, simplemente le grita continuamente, Mendelssohn Bartholdy, una y otra vez, consiguiendo que todo sea ridículo cuando no grotesco. "Lo que ella tocaba, lo destruía, y durante toda su vida ha tratado de destruirme." Aquí observamos un desplazamiento de responsabilidades desde Rudolf y sus inquietudes intelectuales hacia su hermana y su falta de inquietudes intelectuales, con lo cual la vida de Rudolf no puede sino terminar aniquilada, porque Rudolf sólo vivo con los muertos, con sus escritores y músicos muertos, mientras que ella va de acto social en acto social y ha conseguido deshacerse de su propio marido haciendo que éste huya al Perú. "Me ponía en ridículo, siempre que podía, a cada instante, y cuando había ocasión de ello, delante de todos." En primer lugar para ponerte en ridículo no hay que hacer mucho esfuerzo, en segundo lugar ella simplemente dijo en una reunión que estabas preparando un trabajo sobre ¡Mendelssohn Bartholdy!, a quien nadie conocía en dicha reunión, por otro lado. Vamos, que te interesara Mendelssohn era por el simple hecho de que éste fuera judío, y no era concebible que Mendelssohn fuera tu compositor favorito existiendo Mozart y Beethoven como bien apuntó tu hermana, y yo diría aún más, cuando existían Couperin, Stravinsky y Shostakovich. Bueno, es cierto que no estuvo bien que dijjera delante del ministro: "él lleva escribiendo diez años un libro sobre Mendelssohn Bartholdy y ni siquiera ha pensado la primera frase." Sí, "La consecuencia fueron unas carcajadas estrepitosas", ¿qué esperabas Rudolf?, ¿acaso no era cierto lo que dijo tu hermana, que llevabas diez años recopilando material e incluso tú mismo escribes que a lo mejor te habías pasado de cantidad de material, y que eso te impedía comenzar el trabajo intelectual? Además, ¿no fuiste quien le telegrafió para que viniera a pasar unos días? "Es verdad, le telegrafié pidiéndole ayuda, no es verdad que viniera a Peiskam sin haber sido invitada en absoluto". Con lo cual no podías despedirla cuando a ti se te antojara, ahora tendrías que esperar a que ella se marchara de motus propio y te dejara en soledad para empezar tu maldito trabajo intelectual sobre Mendelssohn. Ah, Mendelssoh, qué maravillosa es la sinfonía escocesa, y qué igualmente maravillosa es la sinfonía Italiana, pero en realidad ¿acaso podemos comparar a Mendelssohn con Mozart, Rudolf? ¿Acaso un solo segundo de la música de Mozart no vale más que toda la obra entera de Mendelssohn Bartholdy, Rudolf? "Pero siempre es lo mismo: ¡le ruego, le imploro francamente una ayuda y ella me arruina!". Es decir, Rudolf no puede pasar sin su hermana, a la vez que esta dependencia posibilita un total aniquilamiento de su persona cuando no encuentra el apoyo requerido.

5. El desayuno es la comida más importante del día.
"Puse el agua para mi té y luego, cuando lo había preparado todo para mi desayuno, me senté a la mesa. Pero sólo el hecho de tener que comerme la mantequilla sacada de la nevera y el pan sacado del cajón me deprimía." ¿De qué te quejas? si al menos tuvieras que sacarlo del congelador como me pasa a mí algunas veces. ¡Y tienes mantequilla! Pero todo esto es inútil, Rudolf sabe que se trabaja mejor con el estómago vacío, el trabajo intelectual surge mejor con el estómago vacío: "Un estómago vacío permite el pensamiento, un estómago lleno lo amordaza, lo estrangula de antemano. " Claro, el sistema nervioso parasimpático se activa para hacer la digestión y se inhibe el simpático con lo cual nos entra un muermo considerable, ¡eso lo sabe cualquier creador intelectual! Demonios, ¡en Occidente tenemos una cosa llamada café!

6. El escritorio está a nueve metros de distancia.
"Si fuera ahora ahí, y empezara, podría conseguirlo, me dije, pero no tenía valor para ir ahí, tenía la intención pero no las fuerzas para ello, ni las fuerzas físicas ni las fuerzas intelectuales."
Bernhard identifica la distancia a la que se encuentra el escritorio desde la puerta de la habitación con la distancia insalvable para comenzar el trabajo intelectual. Realmente nada impide a Rudolf el comenzar su trabajo intelectual sobre Mendelssohn Bartholdy, y puede que esta circunstancia de total ventaja le deje absolutamente bloqueado.

7. Los vivos y los muertos.
Su hermana le desafía, intenta aniquilarlo en resumidas cuentas: "Desde hace un año desvarías sobre Mendelssohn Bartholdy, pero ¿dónde está tu obra?, me dijo. Sólo te relacionas con muertos, yo con los vivos, ésa es la diferencia. En mi compañía hay seres vivos, en la tuya sólo muertos." Anda, qué exagerada. Empecé a reflexionar sobre mi mundo interior, Bergman, Antonioni, Fellini, muertos, Teresa Wright, Grace Kelly, muertas, Mozart, Weinberg, muertos, Hals, Barocci, muertos, Sebald, ¡Bernhard!, muertos. Esta hermana de Rudolf es muy descriptiva: "Estás metido en tu casa, que no es otra cosa que una cripta", le dice la hermana, tan considerada y amable como siempre. Bueno, una bonita cripta decorada con pósters de Jessica Alba gana bastante. Se puede llamar a un lugar aislado y recurrente en su soledad como cripta, pero de una forma literaria, por favor Rudolf, sal de la cripta, hace tiempo que tu cripta ha dejado de ser literaria para ir convirtiéndose en lapidaria.

8. Viena.
Es una bonita ciudad Viena, ¡ya veremos! "Sólo la idea de estar en Viena con mi hermana me daba náuseas. Recorro dos veces la Kärntnerstrasse y el Graben, arriba y abajo, y echo luego una ojeada el Kolhmart, y eso basta para que se me revuelva el estómago." Y en la página 94: "El arte en esta ciudad no es más que una farsa asquerosa." Pero bueno, Rudolf, o Bernhard, quien quiera que seas, ¡el arte es una farsa en cualquier lado! ¡Consiste en eso! Lo que está claro es que no viajará a Viena, donde reside su hermana, para continuar su trabajo, ¿continuar? ¡acaso lo ha empezado!: "A Viena no tendría que llevar más que mi bolsa de viaje, porque en mi trabajo no se puede ni pensar en Viena." Esta traslación en el orden natural de las palabras, que sería quizás: "en Viena no se puede ni pensar en mi trabajo", constituye un recurso poético que no sabemos si atribuir a Rudolf, a Bernhard o al traductor Sáenz, y que traslada de alguna forma el desorden que sucede en ocasiones en la mente de Rudolf, siempre reflexionando, siempre dándole vueltas a las cosas. Rudolf desecha totalmente la simple idea de acudir a Viena: "Si fuera a Viena, me aburriría ante todo hasta sentir asco de mí mismo, pensé." Yo, sin embargo, pienso en Viena como el lugar perfecto para leer las novelas de Bernhard. Lo ideal sería ir a Viena a leer las novelas de Bernhard, me digo a menudo, y el porqué me digo esto ni yo mismo lo sé, pero lo pienso y lo digo al igual que digo y pienso que sería ideal leer a Svevo y a Magris estando en Trieste, y pienso también que leer a Oé paseando por Tokyo debe ser genial, así como leer a Modiano en París, y es que uno de mis grandes proyectos existenciales era el de recorrer el itinerario del protagonista de La calle de las tiendas oscuras, así como el itinerario de Dora Bruder, ambos por la ciudad de París. Y por qué pensaba esto no lo sabré hasta que lo haga. Aunque la verdad, lo que se dice la verdad con respecto a Viena es lo siguiente en la página 152: ""Pero, para decir la verdad, debo sin embargo a la ciudad de Viena el haber llegado a la música, de la forma más ideal, debo decir." Y debe a Viena Rudolf el acceso a compositores como Mozart, Beethoven y Schubert (naturalmente, aunque le cueste trabajo a Rudolf enumerar entre Mozart, Beethoven y Wagner, ¿por qué Wagner? al gran Schubert, ¿acaso Schubert desmerece a estos?). Definitivamente tiene una relación de amor-odio con Viena: "... a esa ciudad a la que sin duda odiaba ya entonces y, como me consta, he odiado siempre, pero al mismo tiempo he querido más que a cualquier otra." Bernhard nos enseña cómo el amor y el odio pueden ser la misma cosa, una sensación que nos hace débiles, dependientes, frágiles, cuando no estúpidos. Sin embargo yo nunca odiaría a Jessica Alba, en serio.

9 .La verdad.
"La verdad es siempre lo más horrible, pero es mejor atenerse una y otra vez a la verdad que a la mentira, que mentirse a sí mismo. Pero no le telegrafié que se quedara durante meses, porque mi hermana en mi casa durante meses es un infierno". Díselo, demonios, no te cortes, hay que enfrentarse a la verdad, "y así se lo dije también, si estás aquí durante meses es un infierno, y entonces ella se rió." Bernhard usa la palabra infierno metódicamente, como un espejo de su propia existencia, porque él sabe positivamente que será un infierno esta casa aunque ella no esté. "La verdad es que había hecho los intentos más absurdos, por ejemplo me había sentado en la escalera que conduce del comedor al primer piso y había recitado unas páginas de Dostoievsky de El jugador, con la esperanza de poder empezar, gracias a esa medida, mi trabajo sobre Mendelssohn Bartholdy, pero naturalmente ese intento absurdo fracasó, terminó con unos escalofríos bastante largos, y con que, durante varias horas, me revolví en la cama empapado de sudor." Analicemos. Rudolf intenta encontrar la inspiración en Dotoievsky y termina encontrándose contra un muro de desesperación. Le diría que leyera a Bernhard, es lo mejor para inspirarse, pero eso sería grotesco porque Bernhard no puede leer a Bernhard para inspirarse, se deglutiría a sí mismo. Inténtalo con otros autores: "Lo intenté con Pascal, luego con Goethe, luego con Alban Berg, inútilmente. " Es raro, el concierto para violín de Berg a la memoria de un ángel caído suele dar muy buenos resultados.

10. Publicar es absurdo.
Éste es uno de mis párrafos preferidos: "Pero siempre he tenido buen sentido para saber lo que hay que publicar y lo que no, aunque he tenido siempre la idea de que publicar es, en general, un absurdo, si es que no un crimen intelectual o, mejor aún, un crimen capital contra la inteligencia." Definitivamente para los que no publicamos esta declaración es una auténtica tabla de salvación. Estaríamos absolutamente perdidos, los que no publicamos, de no ser por el hecho de que pensamos que publicar es absurdo, cuando no sólo al pensar que no sólo nuestras publicaciones serían absurdas, en tanto que fueran publicados, sino también al pensar que, definitivamente, todos somos absurdos en nuestra total integridad, al margen de lo publicado o impublicado.

11. Las vidas del perro y del humano.
"En el fondo, la mente de Schopenhauer no determinaba su pensamiento, sino el perro de Schopensahuer, no era la mente la que odiaba el mundo de Shopenhauer sino el perro de Schopenhauer." En unos pensamientos que rozan la locura, Rudolf piensa que la identificación del ser humano con sus perros mascota llega a lo grotesco. Porque el hombre ama al perro porque es incapaz de amarse a sí mismo, y estamos hartos, cuando no cansados, de ver cómo los seres humanos se comportan con sus perros de manera, incluso diría yo, salvajemente humanamente, lo que resulta una total inmoralidad. Ahora, de ahí a que las ideas de Schopenahuer surgieran del perro de Schopenhauer va un trecho, o quizás no tanto, pienso cuando recuerdo el texto del filósofo sobre el amor y la muerte que leí hace unos meses.

12. El viaje a Palma.
La hermana de Rudolf suele dar buenos consejos: "Deberías hacer un viaje. Si no te vas pronto de viaje degenerarás, perecerás. Ya veo cómo, en uno de tus rincones, te vuelves primero loco y luego degeneras." Y es que Rudolf lleva año y medio sin realizar ningún viaje, y eso es mucho tiempo para él. De alguna forma odia y ama a la vez su casa de Peiskam, y salir de viaje en esos momentos, en los que no se siente con fuerzas, resulta una tarea totalmente agotadora, pero él sabe, en realidad, que es la única escapatoria que le queda. De hecho a partir de este momento el viaje a Palma de Mallorca se convertirá en el tema central de la novela. Rudolf y su internista: "Cuando, no hace mucho, pregunté a mi internista si yo podía pensar en viajar me dijo naturalmente, en cualquier momento, pero la forma en que dijo ese naturalmente me resultó siniestra." Y es que ya la propia palabra "naturalmente" esconde una siniestralidad sin parangón. Nadie dice naturalmente sin conocer las segundas intenciones de esa palabreja, la cual, por así decirlo, es una palabra que roba su significado a otras concepciones más honestas, pero que al ser utilizada en el modo adverbial con "naturalmente" encierra toda la hipocresía del lenguaje, porque naturalmente no hay nada que pueda realizarse naturalmente, y mucho menos naturalmente podrá sustituir de ningún modo a un sencillo sí, porque el internista dijo naturalmente en lugar de un sencillo "sí, puede usted ir de viaje", sino que dijo: naturalmente, y podíamos adivinar el gesto de dubitación del internista mientras pronunciaba la palabra naturalmente, como si estuviera diciendo "bueno, allá usted". He pensado mucho sobre este momento de la novela, naturalmente no he llegado a ninguna conclusión, aunque entiendo que Rudolf anduviera con la mosca detrás de la oreja e incluyera medicación para cuatro meses en su bolso de viaje, tanto Aldactone como prednisolon. La idea de Rudolf-Bernhard sobre los médicos es un poco tajante: "Los médicos no tienen conciencia, sólo hacen en nosotros sus necesidades médicas." Habrá de todo, supongo, mi hermana es muy buen médico. En la página 129 la cosa parece adquirir un cariz favorable: "Pero de repente todo habla sólo en favor de ese viaje y de Palma y de mi trabajo: afuera, afuera de Peiskam, realmente no me atrevo a decirlo, mientras que sin embargo me atrevo a pensarlo, hasta que acabe ese trabajo, posiblemente incluso lo termine por completo." Bueno, no te emociones Rudolf, ese trabajo no lo vas a terminar ni en Palma ni en el fin del mundo, eso tú, yo y cualquier lector lo sabemos ya de antemano (página 126 sobre las posibilidades del viaje: "Naturalmente, es posible también que todo resulte un engaño infame"). De hecho esta novela no trata sobre el trabajo de Mendelssohn, ni sobre tu enfermedad, ni sobre tu hermana, ni sobre tu viaje a Palma, a fin de cuentas, en realidad esta novela trata de un relato que será narrado al final justo de la novela, cuando ya creemos que la novela trata en realidad del trabajo inconcluso y del viaje a Palma y de todas tus fobias y obsesiones, cuando en realidad, he de decir con franqueza, no es así, y por eso es tan absolutamente genial y maravillosa esta obra de Bernhard a quien sin duda conoces pues sois como dos gotas de agua, señor Rudolf: "De marzo a diciembre, escribe Rudolf...", según empieza esta novela.

13. Romper con todo.
Bernhard aborda en más de una ocasión la idea de romper con todo como punto de inicio, como renovación obligada. Así en la página 79:"A menudo no nos damos cuenta de que, sencillamente, tenemos que arrancarnos con toda violencia y en un instante del punto al que estamos aferrados, para poder seguir existiendo." Y es absolutamente determinante el empleo de la palabra "aferrados", porque de alguna manera convierte la existencia en una cárcel de la que no podemos escapar, una existencia que está tan prefijada por las convenciones y por la ruta que hemos seguido que nos resulta absolutamente imposible escapar de ella. Y realmente dudo que Rudolf ni nadie pudiera escapar a esa existencia a la que estamos aferrados, y al menos sí Rudolf en cualquier momento, en definitiva, pues su condición de multimillonario le evita muchos trastornos mundanos (si bien Rudolf considera una maldición dicha herencia: "toda herencia paterna es mortífera", se lee en la página 113), y así él puede dedicarse por entero al trabajo intelectual, y a viajar y alojarse en los mejores hoteles de Venecia, Sicilia o Mallorca. Pero esto puede ser sin duda un arma de doble filo porque la única motivación para subsistir resulta ser ese trabajo intelectual tras el cual puede emerger el auténtico fracaso intelectual lo que supondría, y en el caso de Rudolf con mayor gravedad, un auténtico fracaso existencial en todas las dimensiones posibles. ¿Será ese viaje a Mallorca el verdadero punto de partida para una vida nueva, ese punto en el que comenzará -¡y finalizará!- el trabajo sobre Mendelssohn Bartholdy? Pero uno no puede precipitarse: "Por otra parte, me decía, no debemos ceder enseguida a un pensamiento tan súbitamente surgido, adónde iríamos de esa forma." Muchas veces pensamos cosas casi sin pensarlas y enseguida las llevamos a cabo, lo cual puede ser un tremendo error, porque una vez llevadas a cabo no podemos volver a pensar en ellas como futuras actuaciones, y no podemos de ninguna manera pensar en no llevarlas a cabo, pues ya es demasiado tarde para ello. Rudolf ya tiene las maletas sacadas del arcón, lo que significa que su viaje a Mallorca es ya una realidad inexorable, y le aparecen las dudas ¿realmente está capacitado para realizar ese viaje? ¿Realmente piensa que alí terminará su trabajo sobre Mendelssohn Bartholdy? En la página 105 recalca la importancia de esa rapidez de ideas: "Si no hubiera sido de decisiones rápidas (...) me hubiera quedado paralizado en un mismo y único lugar y hubiera degenerado." Pero vamos a ver, Rudolf, ¿decisiones sorpresivas o reflexionadas? ¿En qué quedamos? En la página 145: "Por viejos que seamos, esperamos siempre un cambio, me dije, una y otra vez un cambio decisivo, porque estamos muy lejos de tener las ideas claras." Lo que es lo mismo que decir que siempre estamos insatisfechos con lo que tenemos, sea lo que sea, siempre esperamos el cambio salvador, cuando en realidad sabemos que ningún cambio nos puede salvar porque la realidad está justo en nuestro cerebro, y ningún cambio puede operar a ese nivel de manera satisfactoria.

14. Abandonar Austria.
No son muy favorecedoras las reflexiones de Bernhard en torno a su país: "Si me voy, me dije en mi sillón de hierro, me iré al fin y al cab sólo de un país en el que, en el fondo, no tengo ya nada que hacer y en el que tampoco he encontrado nunca la felicidad." Aquí observamos como la silla de hierro es un elemento metafórico en el que Bernhard alude a la inmovilidad de la existencia -y con una cierta relación con el término "aferrado" comentado anteriormente, derivado posiblemente de "hierro". Es en realidad una silla de hierro en su residencia de Peiskam donde se sienta Rudolf, pero es a la vez esa fuerza que lo ata a su cotidianeidad, de modo que cualquier cambio amenaza de alguna forma su bienestar, un bienestar que es un infierno pero que él quiere ver como paradisíaco en el momento de una partida irremisible. La idea de cripta como residencia termina calando en el subconsciente de Rudolf, pues es un término empleado por su hermana para hundirlo, o en definitiva, para salvarlo igualmente:"De repente tuve el pensamiento refrescante de que, en el último momento, me catapultaba fuera de mi cripta, en el último momento de todos, y pensé que, por mucho que la maldijera, otra vez había tenido mi hermana la idea acertada."

15. El viejo de Niederkreut.
Definitivamente Rudolf es un insociable pero en alguna ocasión visita a un viejo ex militar para intentar apartar de sí la idea de viajar a Palma: "Levantó la tapa de la tetera, revolvió y dijo: todo está sumamente trastornado." Demonios, el viejo también está como una regadera. La idea del viejo con respecto a su herencia deja impresionado a Rudolf: "Por ello decidí hacer que me enviaran una guía de teléfonos de Londres. ¿Y con qué fin, cree usted?". Finalmente, y no sé por qué razón exactamente, la visita al viejo supondrá un impulso para que Rudolf parta de viaje a Palma.

16. Amistad.
Este Rudolf es un tipo muy raro pero llegó a tener amigos en un tiempo pasado: "Al fin y al cabo, durante años, había tenido a Paul Wittgenstein, el sobrino del filósofo, pero murió finalmente". Y esto lo conocemos todos los que hemos leído El sobrino de Wittgenstein. Si bien hay que decir que este Wittgenstein era también un tipo extremadamente raro. Y ya en la página 146: "Los amigos de antes, o están muertos y han vivido una vida infeliz, se han vuelto locos antes de morir, o viven en alguna parte y no me interesan ya." Cuando tus amigos no han muerto han tenido la oportunidad de "evolucionar" y convertirse en tus auténticos enemigos o lo que es peor, en tus auténticos indiferentes, en todos los aspectos, y así, cuando te los encuentras compruebas con terror cómo no hay nada que os podáis decir: "Si nos los encontramos hablan como si no hubiera pasado el tiempo en los últimos decenios y hablan por tanto en el vacío." Yo corregiría al autor y pondría en lugar de "en el vacío": "al vacío", pues no hay nada que pueda respondérsele, es un monólogo con el vacío, y tú estás en ese vacío de sus vidas, porque no significas nada para ellos, y te preguntas incluso si alguna vez significaste algo para ellos, y lo que es peor, si ellos significaron algo alguna vez para ti.

17. El dilema.
"Pero ya ante la pregunta de si, además de los pantalones gris oscuro me llevaría unos marrón oscuro o unos negros me sentía en un dilema." No me extraña que no te decidas a viajar a Palma. ¿Untarle a la rebanada nocilla o mantequilla? Piensa en ello, no te vaya coger desprevenido cuando más lo necesites. El viaje tiene que retrasarse dos días. En esos días la cabeza puede dar mil vueltas, desechar la idea del viaje definitivamente unas mil veces. Aguantar esos dos días puede ser la clave. Arreglar los asuntos mundanos. Dar instrucciones a la empleada, ir al banco. Resistir, en definitiva, el paso de esos dos días. El miedo a la ridiculez es muy fuerte: "No puedo renunciar ahora y ponerme en ridículo, sobre todo ante mí mismo, convertirme ante mí mismo en bufón." En la página 144 todavía no ha salido de viaje: "Interiormente me defendía ya con mucha fuerza contra mi partida." Rudolf reflexiona -a falta de otra cosa mejor que hacer- sobre cuál es la verdadera desgracia del ser humano: "La desgracia de los hombres es al fin y al cabo que siempre se deciden por algo que en fin de cuentas está totalmente contra su voluntad, y cuando consideraba ahora mejor, sentado en mi sillón, mi abrupta decisión de dejar Peiskam atrás para volar a Palma, en donde al fin y al cabo tengo a las Cañellas en su palacio Borne...". Pero no es fácil determinar qué está contra nuestra voluntad y qué no, porque siempre hay factores a favor o en contra de una decisión y entonces ¿cómo medir el peso de cada uno de los factores? Lo mejor es, tras una decisión, buscar rápidamente los factores que favorecen la decisión ya tomada y olvidar los que favorecen la no tomada. Así será todo más fácil.

18. Perfeccionista.
"Al mismo tiempo tuve que decirme que siempre esperamos demasiado de todo, todo nos parece hecho demasiado poco a fondo, todo nos parece nada más que imperfecto, todo sólo tentativa nada perfección". Bueno, es que es así, salvo el ombligo de Jessica Alba y el primer movimiento de la sinfonía 36 de Mozart hay pocas cosas perfectas en este mundo -si bien Rudolf es más partidario de la Haffner (nº35) del salzburgués, con respecto a la anatomía de Jessica Alba no llega a pronunciarse-.

19. Las maletas.
Rudolf ha sacado dos maletas, una para la ropa y otra para los documentos de su trabajo intelectual sobre Mendelssohn. Pero ¿qué lecturas se llevara consigo Rudolf? "He metido en la maleta mi Voltaire, y mi Dostoievsky, una decisión acertada." Y yo me pregunto, ¿cómo saber por adelantado si será una decisión acertada o no? Hasta que no se encuentre en su lugar de destino con el libro en las manos no sabrá si la decisión fue acertada o no. Yo puedo decir que llevarme El rosa Tiepolo de Calasso a La Haya fue una decisión acertada, pero si me hubiera llevado El día de todas las almas de Nooteboom puede que hubiera sido una idea mucha más acertada. Hablar de Voltaire, de Mendelssohn,... todos muertos, no hablar nunca de Schnittke (su quinteto con piano del 76), Le Clezio (El diluvio, de 1966), vivos en el momento de publicar la novela, es un recurso muy usado por Bernhard, no enfrentarse al arte de su tiempo, no medirse con sus iguales, no dejar traslucir ninguna debilidad, en definitiva, huir de su tiempo, refugiarse en la historia del mundo.

20. (Descanso): la publicación de Hormigón.
Esta novela fue publicada en 1982 por Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, el mismo año que El sobrino de Wittgenstein y el quinto volumen de su autobiografía Un niño.

21. La enfermedad.
Vale, sabemos que Rudolf está enfermo, pero ¿qué fue antes la insociabilidad o la enfermedad?: "No sé si primero se presentó la enfermedad o mi repentina aversión hacia toda clase de reuniones, si primero se presentó mi aversión a ellas y, a partir de esa aversión mía, pudo desarrollarse la enfermedad, o si primero fue la enfermedad y, a partir de esa enfermedad, se desarrolló mi aversión hacia esa sociedad y hacia esas reuniones y hacia la sociedad en general, no lo sé. " ¿Que no lo sabes? Lee Tala de Thomas Bernhard, a ver si ves la luz. Cuando llega a Mallorca en seguida se da cuenta de que su enfermedad corre peligro, más bien él corre peligro, a pesar de que ha pasado de los 18 grados bajo cero de Peiskam a los 18 sobre cero de Mallorca: "Hice bien en permanecer en cama, con las cortinas corridas, todo el día que siguió a mi llegada. No había ni que pensar en deshacer las maletas." Me hice a la idea de la situación. Recién llegado a la ciudad extranjera, encerrado en la habitación, sin salir para nada, una locura. Me imaginaba recién llegado a La Haya, ávido de aventuras y de obras de arte y encerrado en definitiva en el hotel sin poder salir, ¿quién puede soportar eso? Pero Rudolf pensaba que tan drástico cambio de clima sólo podía pasarle factura y agudizar la gravedad de su enfermedad. La enfermedad termina siendo el centro de su existencia, eso es inevitable, de modo que hasta la ineficacia de su trabajo intelectual queda justificada por la dichosa enfermedad: "Y una pequeña corriente de aire basta para hacerme guardar cama durante semanas, por eso vivo, al fin y al cabo en Peiskam, la mayor parte del tiempo, con miedo a enfriarme, y ese miedo a enfriarme, que raya en la locura, es probablemente también la causa de que me cueste tanto comenzar cualquier trabajo intelectual bastante largo." Rectifiquemos: no raya en la locura, la sobrepasa con creces.

22. El porqué de este comentario, y de su naturaleza.
Después de leer el primer tomo de El hombre sin atributos de Robert Musil me sentía intelectualmente bloqueado. Como siempre que me sucede esto recurro al bueno de Bernhard. Así que decidí releer Hormigón y hacer un comentario como hacía con otros tantos títulos en mi blog. Mientras leo utilizo unos adhesivos de colores con los que marco los párrafos que luego voy a citar en mi comentario. Al poco de empezar me di cuenta que estaba marcando párrafos en casi todas las páginas de la novela (199 en total). Luego fui elaborando el comentario utilizando aquellas citas y me di cuenta que yo mismo ponía capítulos a mi comentario, unos capítulos temáticos inexistentes, por supuesto, en la obra de Bernhard, la cual es absolutamente lineal y sin puntos y aparte. Vi que los capítulos cobraban vida conforme avanzaba en la edición de los párrafos señalados, así cada uno se iba a su capítulo casi sin ayuda por mi parte. El comentario tenía vida, se estaba adentrando en el libro de Bernhard. ¿Por qué hice esto? No lo sé, pero algo me decía que el mundo de los comentarios de novelas estaba absolutamente muerto, que la crítica literaria estaba muerta, que los comentarios debían ahondar en la obra, que debían, de alguna forma, dialogar con esta obra, con el autor, consigo mismo. Más tarde advertí de las proporciones que estaba adquiriendo el comentario y un gran cansancio se adueñó de mi. Un libro que había leído en un par de días estaba suministrando el mayor comentario que yo había escrito. Pensé en el comentario que debería hacer entonces para El hombre sin atributos y decidí que nunca más leería un libro y que sólo escucharía música, aunque fuera de Mendelssohn.

23. Mendelssohn y no otro.
Rudolf está preparándose para escribir un trabajo intelectual sobre Mendelssohn. Ya antes ha hecho intentos con Reger, Bach y Nietzsche pero siempre ha fracasado. Esta vez lleva diez años recopilando material. Incluso ha fotocopiado cartas encontradas en Venecia y otros sitios. Se está preparando a conciencia. Vale, tiene problemas con la primera frase pero ¿quién no los tiene? Vale también que con Viena tiene una extraña relación de amor-odio, una relación muy parecida a la que le une con su hermana, y fue precisamente en Viena donde descubrió la música de Mendelssohn: "Y por primera vez escuché en Viena una obra de Mendelssohn Bartholdy, a saber, Los cómicos ambulantes, en la sala de la Musikvrein, una obra y una interpretación que tuvieron en mi un efecto fundamental." Y resulta absolutamente demencial que Rudolf se fijara en la música de Mendelssohn precisamente con esa obra, ópera cómica en 3 actos de 1822, compuesta cuando Mendelssohn tenía 21 años, una obra que ni siquiera he podido escuchar, una obra de la que apenas existen grabaciones y que no es representada ni mucho menos con asiduidad. Es decir, no se quedó deslumbrado por la tercera sinfonía Escocesa de Mendelssohn , ni con la cuarta sinfonía italiana de Mendelssohn, ni con el concierto para violín de Mendelssohn, ni con el octeto de Mendelssohn, a la sazón mis obras favoritas de Mendelssohn, sino con esa ópera extraña que nadie había podido escuchar, creo que ni siquiera Rudolf podía haber escuchado en resumidas cuentas. La música salva en definitiva a Rudolf, cada vez, y más concretamente Mendelssohn, quien, en definitiva y sin duda alguna, también terminará destruyéndole a causa de ese trabajo intelectual por él llamado y que nunca podrá llegar a concluir: "Además, de repente había comprendido también que, salvo la música, nada en el mundo me atraía en mayor grado y que, por ello, todo, salvo la música, carece en mí de sentido." Quise hacer mías estas palabras de Rudolf, para mi lo único que tenía sentido era la música, bueno, la música y Jessica Alba. La verdad es que como Mozart no hay nadie: "¡Qué sería de todo sin la música, sin Mozart!" (...) Precisamente Mozart es para mi trabajo sobre Mendelssohn Bartholdy el más importante, a partir de Mozart se me aclara todo, pienso, tengo que partir de Mozart." Al menos esto está quedando meridianamente claro, Mozart es el mejor, pero ¿por qué es lo más importante para el trabajo sobre Mendelssohn? Demonios, ¡que hubiera hecho un trabajo sobre Mozart directamente! Definitivamente Rudolf piensa que la música es lo que le salva en el último momento pero está en un error. No es la música lo que le salva sino Mozart. Mozart salva a Rudolf, no la música, porque una cosa es la música y otra muy distinta es Mozart.

24. Las personas sencillas.
"Las llamadas personas sencillas son en verdad las más complicadas y cada vez me resulta más difícil entenderme con ellas, en los últimos tiempos he interrumpido casi totalmente mi trato con ellas, desde hace ya mucho tiempo no me resulta posible el trato con las personas sencillas, es superior a mis fuerzas, con las personas sencillas no sé ya cómo comportarme." Kienesberger es su empleada del hogar: "Tiene tres hijos y a veces me cuenta, de pie en el vestíbulo, la historia de sus vidas, cómo se desarrolla su prole, qué enfermedades tienen, qué torturas tienen que soportar en el colegio, qué se ponen para ir en trineo, cuándo se duermen y se despiertan otra vez...", en definitiva, su relación con la Kienesberger es la relación que tienen dos personas sencillas, no hablan de trabajos intelectuales ni de músicas trascendentes, ni de nada de eso, simplemente pueden hablar de si llevarse un pantalón gris o marrón, un dilema muy común entre las personas sencillas, ¿no será Rudolf en definitiva una persona sencilla igualmente? Acaso las personas sencillas no son capaces de observarse a sí mismas como sí lo hace Rudolf: "...si es que no quiero calificarme a mi mismo de observador de mí mismo, lo que sin embargo es una tontería, porque soy mi observador, me observo realmente a mí mismo desde hace años, si es que no desde hace decenios ininterrumpidamente, no vivo más que en la observación de mí mismo y en la contemplación de mí mismo y como es natural, por ello, en la maldición de mí mismo, de negación de mí mismo y escarnio de mí mismo, en el que, en definitiva, tengo que refugiarme siempre para salvarme." Pero vamos a ver, Rudolf, ¿cómo hemos llegado desde la observación de uno mismo al escarnio de uno mismo, y desde aquí a la salvación de uno mismo? A no ser que nos observemos únicamente cuando estamos fracasando, cuando estamos siendo aniquilados, con lo cual nuestra acción de observar se convierte simplemente en una constatación de lo inevitable, en una contemplación de lo que no puede someterse a nuestra acción reparadora, y de ahí a la salvación no hay más que un paso pues la observación del mal producido siempre alivia ese mal, aunque sea de forma muy retórica. Hay que tener cuidado con los vecinos, pueden ser las personas sencillas más malvadas que existen: "Los vecinos, pensé, me consideran desde hace muchos años loco, ese papel, porque se trata de un papel en este teatro más o menos insoportable, me está inmejorablemente cortado a la medida." Aquí Bernhard admite cómo la vida no es más que un teatro -no olvidemos que Bernhard es, ante todo, un autor teatral-, entonces ¿quiénes actúan mejor, las personas sencillas o las personas que realizan trabajos intelectuales inacabados? Las personas no sencillas tienen luego verdaderos problemas de identidad, de autoestima, de dudas existenciales: "Al final se sientan en un sillón, en algún sillón de orejas, y se inventan una existencia, que han existido y que, sin embargo, no tiene que ver lo más mínimo con su propia existencia." Eso es como todo..., que se dice en mi pueblo cuando algo es incomprensible y no tiene nada que ver con ninguna otra cosa. Bueno sí, nos inventamos nuestra propia existencia, nuestros propios recuerdos, ¿y qué? ¿qué mal hacemos? Vale, soy un escritor de culto y mi novia es Jessica Alba, ¿qué pasa? "Siempre hablábamos de ideas claras, pero nunca tuvimos ninguna, no sé de dónde viene esta frase, quizás de mí mismo, pero la he leído en alguna parte, quizá se encuentre algún día entre mis notas." Veamos dónde ha podido leer Rudolf semejante atrocidad. Nadie habla de ideas claras, nadie puede tener ideas claras, todas las ideas son confusas, aproximadas, en realidad la idea se desvirtúa en cuanto a su posible materialización, dejan su estado vital de entelequia para convertirse en algo material e impuro, entonces las ideas no pueden ser claras en absoluto, en el momento en que una persona sencilla se acerca a esa idea e intenta comprenderla la idea se desnaturaliza ¿verdad Rudolf? ¿qué piensas en tu sillón de hierro? ¿Desharás las maletas y no viajarás a Palma? ¿que ya estás en Palma y saldrás a sentarte en una terraza a tomarte un vaso de agua? no hagas tanto gasto, Rudolf. De cualquier forma es evidente que cuando Rudolf se refiere a las personas sencillas él queda excluido de este grupo de personas. No sabemos exactamente a quiénes ni por qué llama "personas sencillas".

25. Hormigón. El relato.
El relato propiamente dicho de la novela, el relato al que conduce toda la novela en definitiva, cuando creemos que la novela en su totalidad no es más que un ejercicio de misantropía de Rudolf y del propio Bernhard, aparece a partir de la página 164. Cuando Rudolf llega por fin a Palma y consigue salir del hotel y se sienta en la terraza de un bar recuerda un suceso acaecido dos años atrás, durante su última estancia en Palma. Este relato podría llamarse "La trágica historia de Anna Härdtl". El desarollo de esta histoira y su contenido no van a ser explicados en este comentario por motivos obvios. Anna Härdtl es una joven que se para ante la llamada del propio Rudolf: "riéndome por algún motivo que ya no recuerdo, por la avenida de plátanos, y pronuncié el nombre de Anna". Vale, Rudolf va por Andraitx con la menor de las Cañellas, que toca el piano, y da una voz llamado a una tal Anna, y no sabe por qué lo ha hecho pero de repente se vuelve una joven que dice llamarse así. Entonces toman un café juntos los tres y ella les cuenta su horrible historia. ¿Por qué no habrían de ser así las cosas? Las personas sencillas se manifiestan de esa forma tan pintoresca. Aquí vemos al Bernhard insociable. Es como si dijera, qué pasa, no trato con nadie porque para hacerlo ¿qué debería hacer? ¿gritar el nombre de cualquiera en medio de la calle para ver si se vuelve alguien para así tomarme un café con ella y darle oportunidad de que me cuente alguna historia horrible de su pasado reciente?
Esta chistoria va a trastocar definitivamente todos los planes de Rudolf en cuanto a la terminación de su trabajo intelectual: "Hubiera debido concentrar todas mis energías en mi Mendelssohn Bartholdy, pero mi pensamiento en ese trabajo mío se me había olvidado ya a causa de la tragedia de la Härdtl."

26. Hormigón: el título.
Iba yo acabando ya la novela, adentrado de lleno en el relato de Anna Härdtl cuando me pregunté a mí mismo el porqué del título de la novela de Thomas Bernhard. Me dije, cómo les cuento a mis lectores el porqué del título de esta novela de Thomas Bernhard, Hormigón. Vemos entonces varias referencias "hormigónicas".
26.1. página 175: "Cuando abría la puerta del armario, dijo, veía el exterior, porque la parte de atrás del armario no era más que el muro de hormigón agrietado por la intemperie, no más espeso de diez centímetros."
26.2. página 176: "Sobre el hormigón, debajo del balcón, había un cadáver, cubierto con una manta."
26.3. página 177: "... cadáver contra cadáver, con una Isabella Fernández muerta una semana antes, en uno de esos cajones de hormigón que sirven de sepultura, a una altura de siete pisos, y son necesarios y corrientes en los países meridionales, por falta de sitio."
26.3. página 184: "Vivir en el Zenith es de lo más deprimente, tomar el desayuno en un llamado comedor pestilente, con muebles de plástico rotos y sucios, que es un sótano oscuro y sin luz y con ancianos y ancianas ya extinguidos que se arrastran penosamente con muletas, y disfrutar de la vista del mar contemplando los infranqueables muros de hormigón de las altas casas de alquiler que se alzan a sólo cinco o seis metros de las ventanas."
26.4. página 185: "Anduvimos entre dos muros de hormigón, construidos a sólo metro y medio el uno del otro y evidentemente por dos propietarios, nos abrimos paso por decirlo así y de repente nos encontramos en un lugar desde el que podía verse el balcón".
Estas son las referencias más claras a "hormigón" al final del texto. Sin embargo estas menciones creo que no encierran el verdadero significado del título que, sin duda, alude simbólicamente al aislamiento de Rudolf con respecto al mundo exterior, y a ese muro de hormigón que le separa de él. De todas formas es paradigmático que los "hormigones" acudan al texto justo en la parte final del relato para llegar a ser un personaje más dentro del relato de Anna Härdtl. De aquí podemos concluir que realmente Hormigón es el título del relato final, y esas menciones de la palabra hormigón así lo demuestran. Consigue Bernhard un equilibrio perfecto entre el simbolismo (hormigón como barrera social) del relato interior de la primera parte (en realidad 3 cuartas partes de la novela) y el relato narrativo a la vieja usanza en forma de cuento con presencia del hormigón en distintos lugares de la acción, como un personaje que no sólo aisla sino que también actúa como espectador inerte de la tragedia. Se establece un balance -algo desequilibrado en contenido, eso sí- entre realidad subjetiva (el pensamiento de Rudolf) y realidad objetiva (la historia de Anna Härdtl).


27. Los personajes.

27.1. Rudolf, el personaje central. Es realmente curioso cómo el nombre del narrador en primera persona aparece únicamente en la primera frase del texto y en tercera persona: "De marzo a diciembre, escribe Rudolf, como hay que decir en este contexto, tenía que tomar grandes cantidades de prednisolon". En la misma oración Bernhard utiliza la tercera persona del singular para pasar inmediatamente a la primera, provocando una concomitancia de personalidades que acercan al lector a la figura paroxística del protagonista. Es una forma de presentación indirecta, sutil pero eficaz. Sin darse cuenta el lector toma la voz inicial como la del narrador inequívoco que a la vez ha sido presentado. Bien podía haber comenzado diciendo: "Me llamo Rudolf, escribo de marzo a diciembre...". Pero Bernhard prefiere gesticular poéticamente sobre la personalidad del narrador. No recuerdo haber leído nada parecido en ningún otro autor.

27.2. La hermana de Rudolf. No conocemos su nombre. Acaba de marcharse cuando Rudolf comienza a escribir sus notas. Es una referencia inexcusable para Rudolf. La ama y la odia, aunque no sabemos si a partes iguales. En un momento determinado llega a emocionarse Rudolf cuando ella le dice por teléfono que se cuide antes de su viaje a Palma. De alguna forma nos hace ver el lado más humano de Rudolf. Pero nosotros nos quedamos un poco incrédulos. No nos imaginamos a Rudolf emocionándose sinceramente.

27.3. El viejo de Niederkreut. Antes de marchar de viaje a Palma Rudolf visita a este viejo. Después de estar con él su decisión de ir de viaje se afianza definitivamente. Nosotros no entendemos el porqué. El viejo simplemente le ha contado su idea con respecto a su testamento. Lo dejará todo a una desconocida escogida al azar en una guía de Londres. "El anciano de Niederkreut me había abierto de repente los ojos, que tanto tiempo había tenido cerrados."

27.4. Sarah Slother. Es la afortunada heredera del viejo de Niederkreut. No sabemos nada de ella. El viejo de Niederkreut tampoco sabe nada de ella. Tampoco sabemos por qué eligió el viejo una guía de teléfonos de Londres y no de otra ciudad. Hay algo que sí podemos saber de Sarah Slother. Vive sola. Al menos no está casada, de lo contrario el teléfono estaría a nombre del marido, pensamos. Puede ser una persona mayor, muy mayor, puede que muera incluso antes que el viejo Niederkreut, pero eso no nos preocupa. Vive en Knightsbridge 128. "Si lo pensamos bien, la verdad es que no podemos legar nada a una sola persona que conozcamos, dijo", el viejo.

27.5. La Kienesberger. Es la empleada del hogar de Rudolf. Lleva con él los diez años de estancia en la residencia paterna de Peiskam. Por momentos mantiene con ella una relación más o menos normal, propia de personas sencillas. "Lo hablas todo con la Kienesberger y vas al internista y coges todos los medicamentos necesarios y los guardas en la maleta y desapareces." Con la Kienesberger tiene una relación de total confianza, deja la casa de Peiskam a su cuidado.

27.6. La pequeña de los Cañellas. Es la hija menor de sus amigos los Cañellas de Palma de Mallorca. Estudió piano con el famoso Wührer en Viena. Al final de una noche Rudolf ¡baila con ella! "La menor de las Cañellas, chica inteligente; que entretanto ¡a los veinticuatro años! ha conseguido ya dar un concierto de Chopin en Zaragoza y otro en Madrid, y ser invitada ya a los Festivales de Slazburgo, me propuso ir hasta las cercanías de Inca, para cenar allí. Recuerdo que estuvimos hasta las dos de la madrugada y que, lo que no había hecho desde hacía más de veinte años, bailé con ella." Alguna precisión, Rudolf, si esa chica es inteligente ¿qué hace contigo hasta las dos de la madrugada? Y otra más: si hacía más de 20 años que no bailabas ¿no sería por algo?

27.7. Anna Härdtl. Es la chica a la que Rudolf llama sin querer en Palma cuando estaba con la menor de las Cañellas. Es la joven alemana que cuenta a Rudolf y a la Cañellas su historia y que compone el relato final en Hormigón.

27.8. Mendelssohn. El tema central del trabajo intelectual de Rudolf. No es el primer trabajo intelectual de Rudolf pero sí parece que va a ser el último, inconcluso como todos los anteriores sobre Bach, Berg, o Reger.

27.9. Otros: más que personajes presencias invocadoras o lugares epicéntricos: Dostoievski; Isabella Fernández; el marido de Anna Härdtl; Mozart; Viena; Palma; Peiskam; la enfermedad de Rudolf (morbus boeck); el perro de Schopenhauer; las maletas de Rudolf; el frío de Austria; el viaje a Palma; Paul Wittgenstein.


28. Resumen de la trama (para quien quiera saltarse los 27 puntos anteriores).

Rudolf está enfermo. Prepara un trabajo sobre Mendelssohn durante años y parece que va a empezarlo de una maldita vez. Planea un viaje a Palma de Mallorca. Tras la marcha de su hermana de Peiskam Rudolf visita al viejo de Niederkreut. Finalmente se va a Palma tras dejarlo todo listo con la empleada del hogar y con el internista. Allí recuerda cómo dos años antes junto a la menor de las Cañellas había conocido a una joven alemana que les cuenta una trágica historia. En esta última visita a Palma Rudolf cierra el círculo de esa historia y no comienza el trabajo intelectual sobre Mendelssohn.

martes, 21 de septiembre de 2010

Imágenes, de Ingmar Bergman


Bilder. Traducido del sueco por Juan Uriz Torres y Francisco J. Uriz.



Bergman tiene un libro de memorias titulado Linterna mágica. Menos descriptible es la naturaleza de este Imágenes, que es una especie de depositario de reflexiones alrededor de sus propios cuadernos de rodaje, recuerdos, detalles biográficos, etc... El libro está dividido en diferentes capítulos con diversas temáticas. Así en Sueños soñadores se habla de Fresas salvajes, La hora del lobo, Persona, Cara a cara... al desnudo, Gritos y susurros y El silencio. Otros capítulos son Primeras películas, Farsas farsantes, Incredulidad-Fe, donde se incluyen comentarios sobre El séptimo sello,Como en un espejo y Los comulgantes.

Se trata de una publicación enormemente interesante, sobre todo para los amantes del cine de Bergman. No es un libro de autoadulación. Sobre su fallida Después del ensayo escribe: "Esto que iba a ser tan divertido y tan pequeño y tan modesto, ¿qué es ahora y qué será? Dos montañas se levantan y dejan caer su sombra sobre mi. Ante todo: ¿quién coño se interesa por este tipo de narcisistas arias introvertidas?". No es la unica vez que Bergman se culpa de narcisismo. En su descargo habría que decir que cualquier obra de arte lleva consigo una pesada carga de vanidad. Al menos a mi me lo parece. No hay creación sin vanidad. Pero bueno, esta peli fue de las últimas que rodó y fue hecha para televisión.

La gran cuestión que me planteé a la hora de leer este libro fue el de la visión de las películas. Cuando lo compré sólo había visto algunas pelis del sueco. Digamos que empezaba a interesarme por su filmografía. Eso fue hace unos meses. Ahora he visto unas 15 pelis de él, y aunque aún me quedan algunas obras maestras como Fanny y Alexander o Secretos de un matrimonio -carencia que repararé en breve- me adentré en la lectura de este interesante documento.

Una de mis pelis preferidas de Bergamn es Persona, de 1965. En ella una actriz encarnada por Liv Ullmann está traumatizada psicológicamente y deja de hablar. Se va a vivir a una isla junto a la enfermera Bibi Andersson. Bergman escribe: "Si se lee el texto de Persona, puede parecer una improvisación. Pero está planificado con extremada minuciosidad. A pesar de ello nunca he hecho tantas tomas durante ningún otro rodaje." Explica el plano de las dos mitades de caras de Andersson y Ullmann, ninguna de las dos se reconocía a si misma "Bibi exclama sorprendida Pero Liv, ¡qué rara estás!. Y Liv dice: Pero si eres tú, Bibi, ¡y estás rarísima!". Claro que en aquel momento no se si Bergman estaba liado con Bibi o con Liv, así que las relaciones durante el rodaje tuvieron que ser peculiares. Sobre Persona escribe Bergman: "hoy tengo la sensación de que en Persona -y más tarde en Gritos y susurros- he llegado al límite de mis posibilidades. Que, en plena libertad, he rozado esos secretos sin palabras que sólo la cinematografía es capaz de sacar a la luz."

Lógicamente uno de los segmentos más apasionantes es el dedicado a El séptimo sello. El origen de esta peli está en una pequeña obra teatral que escribió en Malmo titulada Pintura sobre madera. Antes de ir a los ensayos se ponía el Carmina Burana de Orff a toda pastilla. Gracias al éxito de la comedia Sonrisas de una noche de verano la productora SF le financió el proyecto. Lo que no entiendo es como Sonrisas... tuvo ningún éxito, ¡y hasta un premio especial del jurado de Cannes en 1956! Creo que sólo la salva la hermosa presencia de Ulla Jacobsson. Bergman estaba bastante orgulloso de El séptimo sello: "El S.S. no chirría en ningún sitio. Se puede decir que los descuidos quedan compensados por el hecho de que me atreví a hacer cosas que no osaría hacer hoy." La forma en que se decidió la imagen de La muerte resulta curiosa: "Bengt Ekerot y yo nos pusimos de acuerdo en que la Muerte llevaría una máscara de payaso, la máscara del payaso blanco. Una mezcla de máscara de payaso y calavera. Es un arriesgado numeroso de prestidigitación que igual podía haber fracasado. De pronto aparece un actor con la cara pintada de blanco y afirma ser la Muerte. Aceptamos que es la Muerte en vez de decir: "Bah, déjalo tío, a nosotros no nos engañas (...) Pero nadie protestó. Eso le da a uno valor y alegría."

También se aprecian sombras en la carrera artística y personal del maestro como el intento de suicidio en Suiza que utilizaría en Como en un espejo: "De la terrible y muy palpable situación que viví en Suiza no salió absolutamente nada. Fue un punto final estéril." Bergman reconoce virtudes en la peli:"Superficialmente es el comienzo de algo nuevo", "es una película, desde el punto de vista formal y dramatúrgico, sin reparos." Pero pone pegas a la actuación de Gunnar Björnstrand: "Uniendo nuestras fuerzas logramos hacer un tremendo bodrio".

El huevo de la serpiente es para mi una de las mejores pelis de Bergman. Él también la veía como una peli fallida. Se equivocó de Berlín, de época quizás -los años veinte-. Cuenta el camino que le llevó hasta David Carradine para el papel protagonista. Después de tantear a actores de la talla de Dustin Hoffmann, Robert Redford y Peter Falk el papel fue aceptado por Richard Harris, quien después de un enfado infantil, y un viaje esperpéntico de Bergman a Londres para convencerle, no pudo participar en el proyecto por una pulmonía. Al final Carradine hizo la peli, y aunque Bergman se queja de que estaba siempre dormido por las juergas que se corría, terminó orgulloso de su excelente trabajo y profesionalidad.

En momentos Bergman es tremendamente honesto consigo mismo y con los lectores: "...cuando el alma se siente amenazada, las fuerzas creativas van en su ayuda. A veces tiene éxito como en Sonrisas de una noche de verano, Fanny y Alexander y Persona. A veces, como en El huevo de la serpiente, fracasa." Yo no puedo más que quedar estupefacto ante determinadas confesiones del director. Lo digo porque El huevo de la serpiente me parece una de sus mejores pelis y Sonrisas me parece un auténtico horror. Bergman alude a la defensa que tiene el ego para admitir que algo está mal. Ahí encuentra la explicación de que La vergüenza sea tan dispar:"cuando veo ahora La vergüenza, encuentro que se parte en dos trozos. La primera mitad, que trata de la guerra, es mala. La segunda, que trata de los efectos de la guerra, es buena. La primera mitad es mucho peor de lo que había imaginado. La segunda es mucho mejor de lo que la recordaba." Así escribe que no reconoció el mal de la película mientras hacía el guión, ni cuando rodaba, ni en el montaje: "Que uno en el curso del trabajo no se dé cuenta de que hay un error en la maquinaria depende probablemente de un mecanismo de defensa que se pone en marcha durante el largo y complicado proceso creativo. Este mecanismo de defensa acalla al crítico superego. Con la autocrítica gritando en el oído, el rodaje resultaría probablemente demasiado pesado y doloroso." Leyendo este extracto se puede observar la sinceridad que impregna este libro. Con respecto al sentido de sus palabras se me ocurre decir que Bergman descuida la presencia de un factor fundamental a la hora de valorar una obra anterior, y éste es el de la evolución del artista. Puede que el Bergman que rodara La vergüenza no viera lo larga que era la primera parte, ni lo poco desarrollada que estaba la segunda porque sencillamente su espíritu creativo no se lo pedía en aquel momento. Quizás Bergman no se diera cuenta que el Bergman que revisionó su propia obra era distinto del Bergman que la concibió. Algo parecido pero al revés le sucede con En el umbral de la vida. Temeroso por el recuerdo de lo que él consideraba una de sus películas más flojas Bergman la vuelve a ver muchos años después en su cine doméstico de Faro: "Me sorprende mi agresividad (...) Todo era sincero, cálido, inteligente." Se plantea la idea de lo esencial en Bergman. De todo aquello bergmaniano que persiste en sus obras. Hay un párrafo interesante: "Amo y admiro a Tarkovski y me parece que es uno de los más grandes. Mi admiración por Fellini es ilimitada. Pero me parece que Tarkovski empezó a hacer películas de Tarkovski y que Fellini últimamente ha hecho alguna que otra película de Fellini. Kurosawa nunca ha hecho una plícula de Kurosawa." Bergman se plantea su propia esencialidad, y lo más chocante de este libro es descubrir que Bergman no se siente satisfecho al cien por cien de ninguna de sus películas, lo cual no debe ser sospechoso pues si el arte parte desde la insatisfacción del individuo creo que también termina en esa propia insatisfacción, la insatisfacción de no conseguir lo que se perseguía en realidad.

Un libro muy recomendable y que anima a hacerse con sus memorias Linterna mágica. El libro, además, contiene el añadido de una buena recopilación de magníficas fotografías en blanco y negro de sus pelis y de momentos de los rodajes.