miércoles, 28 de julio de 2010

El accidente, de Ismaíl Kadaré


Aksidenti. Traducción del albanés por Ramón Sánchez Lizarralde.


Publicado en 2009 se ve que a Kadaré no le tiembla el pulso con los años ni con las concesiones de premios. Estamos ante otra gran novela del albanés. Aquí el genio ha rizado el rizo. Dividido en 3 partes el libro cuenta la historia de un accidente, el que sufre una pareja de enamorados albaneses cuando se dirigen al aeropuerto de Tirana. Él trabaja para el Consejo de Europa en las cuestiones balcánicas y ella estudia en Viena con una beca. En la primera parte se despiertan sospechas con respecto a la muerte de los dos en el accidente de tráfico tras un comentario del taxista que los llevaba. La pareja intentaba besarse. Ese comentario tan incomprensible como demencial origina una suerte de investigaciones por parte de los gobiernos albanés y serbio. Pero resulta que aparece un investigador autónomo y desinteresado que empieza a molerse el caletre, a recopilar datos de aquí y acullá, facturas de hoteles, cartas entre los amantes, conversaciones con amistades y segundos amantes, etc... hasta ir elaborando una especie de guión de lo que podían haber sido las últimas cuarenta semanas de la pareja. La segunda parte de la novela narra supuestamente estas semanas. Asistimos entonces al Kadaré más onírico. Hace su aparición la historia del Quijote de El curioso impertinente. Besfort ofrece una analogía entre esta historia y su particular relación con Rovena. Unos comentarios acerca de después de la muerte, de una segunda vida, de un espacio distinto ensombrecen las investigaciones. "Pues verás, que las cosas no son ya como antes", es la cantinela que se repite por parte de ambos enamorados. Pero ¿a qué se refieren? ¿En qué son distintos? Los saltos en el tiempo son incontrolables tanto para el lector como para el escritor, como para los protagonistas. Unas fotografías de niños asesinados encienden más sospechas. Una pistola, un tiro en el vientre cerrado con una cinta adhesiva. Unos sueños de Besfort que lo delatan como asesino. Un templete de estuco, la asusencia de la amada. La amante lesbiana de Rovena, la pianista suiza Lulú. El descenso a los infiernos de Orfeo en busca de Eurídice. En la tercera parte el investigador vuelve al ataque. Nuevos interrogatorios a Lulú: "Tras la conmovedora confesión, el investigador estaba persuadido de que Lulú Blumb no volvería más. Había algo extenuente en aquel relato, un acto de cierre de todas las puertas tras el cual no podía esperarse la menor salida". Detalles de una conversación. ¿Tulipanes en Dinamarca? El recuerdo de un amuñeca destrozada. La "memoria" del espejo retrovisor. La complicidad del taxista. En la segunda parte un viaje a La Haya (¿o pertenece a la tercera parte?). El terror al Tribunal de La Haya por parte de Besfort, expresado en más sueños. Citaciones en los postes de teléfono. En La Haya Rovena se mete en el primer café que encuentra y allí ve a un escritor autríaco con inclinaciones proserbias. Sin duda debe ser Peter Handke. Fascinante es la historia de los falsos conspiradores: "los falsos complots eran conocidos desde el tiempo de Nerón, quizás desde antes. Complots concebidos en aras de una idea. Por razones de Estado. Para remontar una crisis. Como pretexto para un ataque. Para aterrorizar.(...) Por lo general la gente finge ser fiel antes que renegada. Y sin embargo eso es lo que ellos aparentaban: ser traidores." Esos falsos traidores que llevan su falsa traición hasta las últimas consecuencias convertían su falsa traición en una muestra de fidelidad sin límites. ¿Estará aquí la solución al enigma? Aprecio también una profunda reflexión acerca de la insana naturaleza del amor humano. Hasta dónde puede llegar una persona por amor. Cómo identificar el amor. Qué respuesta dar al enamorado que parece enloquecer. Cómo favorecer una interpretación favorable a nuestros intereses de los hechos ocultos. Leyendo a Kadaré uno tiene la sensación de que el maestro albanés ha llegado al culmen de su sabiduría literaria. Y no es que sea una novela perfecta, ni la narración sea metódica, ni los personajes estén claramente dibujados. Es, más que nada, como la propia realidad. Los personajes no saben lo que quieren ni lo que son. Las investigaciones tampoco. Ni siquiera lo observado se libra del efecto tamiz de la subjetividad (¿Qué demonios vio el taxista a través del espejo retrovisor?). Junto con Vida, representación y muerte de Luz Marezku y sus anteriores Spiritus y El concierto este Accidente es de lo mejor que ha escrito Kadaré, a pesar de su aire críptico y desordenado, de su falta de concreción, y sobre todo, de su final no resuelto (¿o sí?).

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