domingo, 27 de diciembre de 2009

El sendero en el bosque, de Adalbert Stifter


Der Waldsteig. Traducción de Carlos d´Ors Führer.




Recorrer las estanterías de la biblioteca municipal con tiempo por delante y sin ningún título en la cabeza depara a veces sorpresas tan inesperadas como ésta. Sin más orientación que unos comentarios elogiosos por parte de Thomas Mann y Peter Handke la obra de Stifter captó mi interés.

Es El sendero en el bosque una pequeña novela escrita en 1845 en la cual su protagonista -según sinopsis de la edición-el "neurasténico, solitario y misántropo Tiburius Kneight que, hastiado de todo e instalado en una vida de lujo en indolencia, decide visitar un balneario siguiendo los consejos de un doctor algo chiflado que nunca receta medicamentos a sus pacientes. Porque, ¿quién creería a un doctor que prescribiera un paseo por el bosque, una caja de lápices, un cuaderno de dibujo, una cesta de abedul y una campesina que recoge fresas?".

Ya desde pequeño Tiburius se comportaba de forma rarita: "El muchacho se mostraba con frecuencia pensativo y absorto y, en su distracción, hacía cosas que motivaban la risa (...) O cuando se le ocurría limpiarse sus zapatos en el felpudo de la puerta antes de salir los días en que fuera hacía un tiempo espantoso". Me he acordado del cuento de Mrozek en el que el Conde sale a la calle un día intempestivo.

En algunos aparentemente insignificantes párrafos Stifter se asoma al sentido de la vida, descubre un poco de ese manto que oculta el misterio de la existencia, la labor humana, que distrae al ser humano de la fatalidad de su ser en la más absoluta de las ociosidades: "A veces en los bellos atardeceres de verano, cuando miraba el patio a través del cristal de su ventana bien cerrada y veía llegar a sus criados con un carro de heno o gavillas, sentía envidia -y con razón- de toda esa gente que vivía en la buena de Dios, en su ruda y frívola vida, sin preocuparse de nada y agitando los rastrillos y las mangas de sus camisas".

Su alejamiento de todo lo que implicaba una conducta social le conduce a un aislamiento que no por buscado deja de ser dramático, porque ¿acaso no quiere el solitario dar a conocer su instinto de solitario a los demás? , y si los demás no están presentes para comprobar esa soledad ¿de qué sirve esta? ¿cómo puede el solitario sentir la soledad si no tiene momentos de compañía con los que poder hacer una comparación? Algo de esto se me ocurrió leyendo a Nooteboom y su El enigma de la luz. Y es que la vida avanza a base de comparaciones, de contrastes, sin los cuales nada cobra el verdadero valor que en realidad contiene: "Se burlaba del interés y la insistencia de sus amigos en visitarle, si bien no pudo evitar que fuera más gente a verle. Aunque los consideraba estúpidos y pensaba que lo mejor sería en realidad que no aparecieran en su casa en absoluto y nunca más, no sabía cómo despedirles. Pero al final esto terminó por suceder y, en consecuencia, nadie acudió ya más a visitarle". Hombre, era lo esperable. Tampoco hay que ser tan drástico porque al final no te visita ni tu madre, por dios.

"No se mezclaba nunca con nadie y, cuando se topaba con alguien (algo inevitable por sus frecuentes paseos, prescritos por el médico), gustosamente daba un rodeo para evitarlo." Mira, ahí le doy la razón, a veces uno se encuentra con fantasmas del pasado que mejor evitar -sobre todo si les debes dinero-, pero en otras ocasiones un encuentro inesperado en la calle puede ser un maravilloso recuerdo de épocas pasadas y a eso no se le puede dar la espalda.
Después de una primera temporada otoñal en el balneario y tras conocer a una joven que recolecta fresas para su padre el protagonista decide volver en primavera para ello prepara minuciosamente su equipo de dibujo:

"A continuación puso sobre la mesilla, que destacaba sobre la pared -de intenso color azul--, los preciosos cuadernos de dibujo que había traído consigo; colocó después la caja de lápices de colores que también había traído, así como el sacapuntas de finas cuchillas. Sólo después hizo llamar al médico del balneario." El dibujo como símbolo de la actividad solitaria del hombre, como herramienta de unión entre hombre y naturaleza, como, en definitiva, única misión del hombre sobre la tierra, rendir homenaje a lo más sublime.

Finalmente se encuentra una vez más con la joven, por la que no sabía exactamente qué sentimientos albergaba: "Tras haber ido varias veces de excursión por aquellos oscuros bosques, llegando incluso a divisar las cumbres nevadas del valle, un día sucedió que, vagando por aquellos parajes con sus cuadernos de dibujo y su cazadora gris se encontró de frente con María. No hubiera podido decir si venía ataviada de igual modo que el otoño pasado, puesto que no pudo reparar en ello. Pero tampoco sabía si él era el mismo o no que el año anterior, ya que sobre esta particular no había meditado."

Y esto es muy interesante, la capacidad del ser humano para adivinar, diagnosticar, intuir, comprender el cambio que ha podido experimentar en un año. ¿Cómo podemos constatar las diferencias que nos metamorfosean con respecto a nuestro yo pasado? Sólo el enfrentamiento con una realidad anterior y nuestra reacción ante ella puede darnos una pista. Sin embargo, ¿no habrá cambiado igualmente ese elemento del pasado? ¿Y en qué medida, a la par que nosotros o en dirección contraria? ¿Es posible que dos seres humanos continúen unidos a través de los mismos lazos que los ha unido anteriormente? ¿Cómo saberlo?

Uno de los personajes centrales de libro es el propio bosque y las descripciones de éste por parte de Stifter son extraordinarias, uno parece estar paseando realmente por el bosque mientras avanza páginas. ¡Es un magnífico libro para los amantes del senderismo!

Stifter puede ser a primera vista un escritor monótono, sin nada que decir, ahuyentador de dobles sentidos, de imágenes ambivalentes, pero yo pienso a veces que es todo lo contrario. Su prosa es tan clara, tan directa, tan poco presta a la interpretación que nos vemos forzados a cuestionarnos cada palabra del texto, ¿no es la recolecta de fresas junto a María una metáfora del acto sexual? ¿No es ese caminar sin itinerario preciso por el bosque una forma de dar a entender la incertidumbre del hombre ante la vida? ¿No es ese paraje maravilloso por el que se adentra el joven solitario un símil con el que aludir a lo sorprendente que puede resultar la existencia? ¿O en realidad no es más que una reflexión acerca de la soledad del ser humano quien aunque esté rodeado de magníficas personalidades -representadas por sitios hermosos- nunca estará satisfecho con la interacción efectuada con ellos? Puede que nada de esto. El doctor chiflado le ha recetado que vaya a un balneario a buscar esposa, así se curará. No es una prescripción descabellada. Al final el joven mejora, pero ¿sanará de su misantropía? El nacimiento de un hijo abrirá el camino para la desavenencia...
Por cierto, bonita portada, una acuarela de 1896 de Carl Larsson (La vieja iglesia de Sundborn, en el Museo Nacional de Estocolmo).

sábado, 26 de diciembre de 2009

La vida difícil, de Slawomir Mrozek.


Traducción de B. Zaboklicka y F. Miratvilles.


Continuando con autores polacos poco conocidos en España y publicados recientemente por la editorial Acantilado nos encontramos con este volumen recopilatorio de cuentos de Slawomir Mrozek y titulado como uno de ellos, La vida difícil (al menos según la traducción). Mrozek nació en Borzecin en 1930 y su obra viene absolutamente condicionada por el absolutismo comunista y el surrealismo. En La revolución, Mrozek está en su cuarto un poco aburrido. Decide ser un revolucionario. Para ello cambia el armario y la cama y la mesa de sitio: "Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión determinante". Pero su espíritu rebelde vendrá condicionado por el tormento físico de ¡dormir dentro del armario! En Una charla sobre historia contemporánea un mono es regalado al régimen. Poco a poco el mono irá escalando posiciones, será condecorado, y al final tomará el puesto del general accidentalmente "un jefe es un jefe, sólo que hora -así le parecía a Kasztanek- el jefe era otra persona". Por un nuevo fútbol establece las bases por las que debe regirse el deporte rey. Un resultado no determinado de un partido pone en riesgo la sabiduría del sistema, así las cosas "El resultado de cada partido deberá ser establecido de antemano por la Comisión Central de Planificación para todo el año, publicado en el Boletín Oficial del Estado y anunciado por los medios de comunicación". No sé, creo que la cosa no tendría mucha emoción sin embargo tiene sus ventajas este método: "De este modo, el elemento competitivo no sólo quedará eliminado, sino que estará orientado hacia un rumbo socialmente sano y constructivo". En El juicio final las apariencias en el Cielo están un poco desdibujadas, nuestro protagonista tendrá que enfrentarse a unos jueces algo diferentes de los esperados "Me encontré solo a los pies de esa enorme montaña, con la multitud de bienaventurados detrás de mi. El Arcángel hizo sonar la trompeta -no reconocí si era Suslov o Budionnyi-, y empezó el juicio". Con La cría, Volver o no volver, El artista y El triángulo se aborda el siempre gratificante género de la fábula, y en ellos el Gallo, el Zorro y el narrador, dirimen algunos dilemas de difícil solución "El Gallo, el Zorro y yo estábamos de vacaciones cuando en la capital hubo un cambio de régimen. Nos reunimos en consejo." La vida espiritual, intelectual y artística concentra toda la ideología universal en un singular objeto con el cual se resolverán situaciones "comprometidas": "Su modo de empleo es el siguiente. Cuando encontramos a alguien por el camino, le golpeamos de inmediato con la porra en la cabeza". "Encontré a un prójimo que sin más ni más me arreó un bofetón", y es que, en La praxis, un buen cristiano puede tener problemas para poner la otra mejilla. La coexistencia es uno de los mejores relatos. En él un párroco y el diablo conviven bajo el mismo techo. El cura no se atreve a echarlo de su morada pues piensa que así no puede estar en otro sitio haciendo el mal "Se quitó los zapatos, se puso las pantuflas, preparó el té. Con el rabillo observaba al diablo." Caperucita roja demuestra que a veces hasta los personajes de los cuentos se cansan de interpretar su papel "después me dejaré comer y en el estúpido epílogo un valiente guardabosques destripará al lobo y nos liberará a la abuela y a mí". Parecida intención tiene La Bella Durmiente : "Cada vez que veo una Bella Durmiente, me acerco y deposito un beso en sus pálidos labios rosados. Entonces ella se despierta, pero lo que pasa después ya no es de mi incumbencia". A veces El sastre nos plantea posibilidades incomprensibles "¿Desea un traje con un lado o con dos lados?". El precio decidirá la opción más adecuada. El Conde está a punto de acabar con todo. Un pequeño dilema le salvará en el último momento "Abrió una caja de caoba que contenía un juego de dos pistolas con incrustaciones de nácar". Todos hemos sufrido alguna vez lo mismo que la protagonista de En un instante. Una llamada intempestiva propicia la recreación de una historia que finalmente sólo existirá en su mente "La señora consideraba la posibilidad de seducir al marido de su amiga como revancha o por si acaso, pero también se daba cuenta de que sería una empresa arriesgada". En Autorretrato un Conde maniático de la limpieza de sus zapatos vive "peligrosamente" "Podría suponerse que el juego de cepillos y betunes del que no se separaba nunca por prescripción médica le protegía de una muerte súbita." Algunos cuentos más completan este libro pero no voy a reventarlos todos. La escritura de Mrozek es esencialmente directa, sin embargo una magia especial tiñe todos sus cuentos, puede que sea su condición de discípulo aventajado de Kafka, su poética de lo rebelde, o la burla de los sistemas totalitarios. De cualquier forma la obra de Mrozek (me refiero también a La mosca, otra colección de cuentos también editado por Acantilado) es de una gran inteligencia, y une tanto el humor disparatado como la incredulidad por lo preestablecido. Leí en algún lado una definición muy apropiada y era la "revolución de lo absurdo", aunque no sabremos si es más absurda la revolución o lo que la provoca. Un autor que merece la pena descubrir.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Otoño en Madrid hacia 1950, Juan Benet (2)

Algunos párrafos de la segunda parte del libro, extraidos de los capítulos de Eloy y de Martín Santos:

Esto parece sacado de una peli surrealista, un término que el mismo Benet reconoce haber "españolizado", ya que la traducción literal desde el francés sería sobrerrealismo, una expresión quizás menos afortunada que la que ha terminado sobreviviendo:


"En aquellos tiempos apenas había semáforos; como mucho se podía contar una docena de semáforos en el centro de la capital que desde luego no servían para regular el tráfico rodado porque, reducido al de los vehículos oficiales y del transporte público, no tenía la menor necesidad de ser regulado. Al parecer quien tenía necesidad de ser regulado era el peatón. A falta de semáforos, en cada esquina del centro había un agente municipal o guardia, con un uniforme un tanto colonial -guerrera y salacot blancos- provisto de un poderoso silbato a fin de alertar al peatón que intentara cruzar la calzada por un punto no debido; si el peatón, desoyendo el aviso, pretendía persistir en su empeño, el agente no lo pensaba dos veces: abandonaba su puesto para perseguir al infractor, tomarle si era necesario por el brazo, obligarle a desandar el camino hasta conducirle al paso e imponerle como correctivo una sanción de una peseta, previa entrega del volante justificativo arrancado de un block que guardaba en el bolsillo de la guerrera."


El estigma del antiguo bebedor:


"Jesús Olasagasti venía poco por Madrid en los años anteriores a su muerte en 1956. Estaba muy consumido y si salía de San Sebastián era para hacer algún retrato en Bilbao o Madrid -retratos de damas de la buena sociedad, en su mayoría- o para hacer una cura de agua en el sanatorio de Valdecilla, después de la cual debería quedar definitivamente apartado del alcohol. A la vista de la probada ineficacia de aquellas curas, uno de nosotros -tal vez yo- en una ocasión le preguntó por qué volvía a Valdecilla si estaba suficientemente probado que el tratamiento no servia para nada; y Jesús -con un tono apologético pero entre hipidos y mordiscos al bigote- vino a contestar que tras cada estancia en el sanatorio no sólo se sentía mucho más fuerte sino que se depuraban sus ideas y sentimientos y hasta, por si fuera poco, pintaba con más arte y soltura. Y a guisa de prueba contó una historia que una vez más pondría de manifiesto la finura psicológica de aquel hombre del que ahora apenas se sabe nada. Contó que años atrás a un compañero suyo del sanatorio le llegó durante el tratamiento la llamada del Señor y no sólo decidió apartarse para siempre del vino sino que en cuanto abandonó el sanatorio corrió al seminario de la provincia a fin de tomar cuanto antes las órdenes y dedicar el resto de su vida al pastoreo de las almas. (...) ¿Y de su pasado de hombre frívolo, juerguista y bebedor no quedó nada?, preguntaría uno de nosotros, tal vez Martín Santos que ya por entonces se interesaba por las marcas indelebles que deja el pasado. Nada, un párroco excelente, fue la respuesta. Luego añadió, con una mirada indagatoria: Bueno, ahora que me lo preguntas te diré que se decía de él que su pasado había marcado su alma con un pequeño e inofensivo estigma: porque en misa, en el momento de la consagración, levantaba el pie derecho en busca de la barra. "


Contando huevos en la milicia:

"En otro momento me veo haciendo el inventario trimestral del almacén de la cocina de oficiales y, entre otras cosas, obligado a contar los huevos que contenía un enorme canasto de mimbre. Ante el miramiento con que, temmeroso de romper uno, inicié la operación, el sargento me reprendió: Está visto que nunca has contado huevos. No, sargento mío. Te he dicho mil puñeteras veces que no me llames sargento mío, que parece cosa de maricones; a la próxima te mando a la preven. Está bien, pero sepa que está permitido -y a veces es aconsejable- colcocar el pronombre detrás del sustantivo. Déjame de leches y a ver si aprendes a contar huevos. En el ejército se aprenden cosas que no se enseñan en ninguna parte.. ¿Como por ejemplo contar huevos? Exacto; cosas útiles que sirven para la vida. Los huevos se cuentan por medias docenas, a ver si te enteras, cogiendo tres con cada mano. Así. ¿Y qué hago con los que ya he contado? Trae aquel otro cesto y los vas poniendo ahí, ¿entendido? Ah, los reclutas no sabéis nada de la vida. Y tú mucho ingeniero pero no sabes contar huevos. Y se fue, dejándome ante uno de los problemas más irresolubles que entonces se me hubiera planteado, pues ¿cómo introducir en el fondo de aquel cesto, ocupadas ambas manos, los seis huevos? La solución para otro momento."


Cuidado en Finlandia, a poco que te descuides te clavan una jabalina entre pecho y espalda:

"Tras unos días junto en Helsinki, Jorge se fue a Laponia y yo a Otanemi, una ciudad construida para la olimpiada del año precedente, en un parque de abedules, abetos y lagos, plagada de ardillas y grandes liebres -del tamaño de un perro de mediana alzada. y donde si el paseante se descuidaba podía caer atravesado por una jabalina, tal era la afición de los finlandeses a correr en todos los sentidos lanzando jabalinas".


Doctrina ¿disparatada? o el análisis de la obra literaria:

"Entre los diversos ( y algunos disparatados, por demasiado canónicos) dogmas literarios que a sí mismo se había dictado Luis, consistía uno en creer que toda obra literaria de envergadura debía concluir, y a poder ser en su parte central, una Walpurgisnacht. Por más que yo tratara de refutar esa necesidad y le instara a enumerar más de dos obras que tuvieran una Walpurgisnacht, Luis se refugiaba en la doctrina de que toda obra tenía, aunque fuera disimulada y poco perceptible para el lector superficial, una Walpurgisnacht. Así pues constituía un deporte buscar la Walpurgisnacht en los textos más insólitos -no ya de la literatura sino de la historia, de la filosofía y hasta de la ciencia- y el día que le comuniqué, torpe de mi, que había descubierto una Walpurgisnacht, taimadamente disimulada, en el mismo corazón de Moby Dick, la doctrina quedó confirmada para siempre, fuera del alcance de toda investigación erudita."


El eterno dilema de la memoria reconstruida:

"Esa memoria es y será siempre un palimpsesto y cada nueva inscripción borra la anterior, y aun cuando la última no sea -y eso es más frecuente de lo que se confiesa- más que una invención destinada a adaptar el pasado a las predilecciones del presente. En contraste con las múltiples y sincrónicas perspectivas que un artista puede ofrecer de un hecho cualquiera, la memoria sólo puede ofrecer una, como si una ley ética tan sólo le permitiese conservar las más conveniente, esto es, la última, como si una ley mecánica le advirtiera de la imposibilidad de cobijar dos o más sin el riesgo de destruir esa unidad móvil a través del tiempo que constituye la esencia de su temporalidad."

Un libro recomendado para aquellos que piensan que Benet era un especulador de las palabras.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Otoño en Madrid hacia 1950, de Juan Benet.


Este libro sorprenderá a los seguidores de Juan Benet. Los que estamos acostumbrados a su prosa analítica, sincopada, rebosante de enigmáticos requiebros narrativos, a su criptográfico mundo de significados múltiples y abismales, a su trascendente mundo de naturaleza faulkneriana, nos encontraremos aquí a un Juan Benet completamente desconocido, autobiográfico, divertido, irónico, y ¡ameno! En este libro de Alianza Editorial se recogen cuatro relatos breves a modo de Diarios (más bien Breves Memorias pues la forma no es "diarista") en los cuales Benet da cuenta de cuatro personalidades cercanas a su existencia en el Madrid de la posguerra. Barojiana; Caneja, Juan Manuel; El Madrid de Eloy; y Luis Martín-Santos, un memento, son sus títulos.

Barojiana.

Benet cuenta cómo, cuando rondaba los veinte años, acudía cada quince días al piso de Pío Baroja en calle Alarcón donde se reunían algunas amistades del escritor para hacer tertulia. "De alguna manera se había intemporalizado, pero no cuando yo lo conocí sino cuando empezó su carrera de escritor, a finales de siglo, antes de cumplir los treinta años. (...) Su veneración por los maestros tenía algo de idolatría y resultaba impensable que un nuevo nombre moderno fuera elevado al altar donde había situado a Dickens, Stendhal y Dostoievsky. (...) Yo lo oí repetidas veces, la sentencia pronunciada con el rigor y la inapelabilidad de todo parte de defunción: "La novela ha muerto". Sí, él se la había cargado. Benet no sólo narra aquellos encuentros con el escritor sino que se permite analizar la obra de éste: "Se trata por consiguiente de una poda total: a la épica la despoja de todo heroísmo, al héroe de toda grandeza, al discurso de todo énfasis y brillo, a la prosa de toda figura compleja, a la dicción de toda ambigüedad y el párrafo queda reducido casi a la oración simple, el sustantivo no es acompañado más que por el adjetivo más directo". Buf, porque en aquella época no había móviles que si no emparenta a Baroja con el lenguaje sms, por dios. Pero también hay parabienes: "Para el oído moderno, Baroja es el mejor altavoz de toda la ridiculez de cierta retórica castellana, sobre todo la de sus contemporáneos; el más riguroso patrón con el que medir las ínfulas de la épica moderna, el fiel contraste de la novela española del siglo XX; y tal vez, también el tronco del que tendrán que partir las ramas de la misma narrativa que él mismo podó". Bueno, digamos entonces que según Benet don Pío se cargó la novela para que pudiera seguir construyéndose desde cero.

Caneja, Juan Manuel.

Caneja, pintor. "Caneja era el más rojo de todos. El rojo absoluto". Dio con sus huesos en la cárcel, claro. Cuando salió a los tres años de la trena: "Y se puso a pintar. Ya había dado un primer susto a mi hermano con una tela, anterior a su estancia en Carabanchel, que en nada se parecía a su producción anterior y en la que por primera vez había asomado los acres de los barbechos, eriales y secanos. Creo recordar que se trataba de una charca seca. En la cárcel no debió pintar mucho a fin de comprender lo que quería ver y no podía mirar; era un programa muy simple y muy vasto a la vez, como el mismo sujeto de su arte: pintar -sin ninguna concesión y con toda su prolija e infinitesimal variedad- unos campos góticos despojados de todo accidente, incluso prescindiendo de un cielo que no tendría otra función que la terminal horizontal." Estaba leyendo este capítulo dedicado a Caneja cuando mi mente se puso a funcionar -con los problemas habituales- pèro yo no conseguía identificar a este pintor. Ahora, mientras escribo esta reseña me ha venido a la cabeza cierta exposición de una enorme paisajista en el Reina Sofía de Madrid -y que pirlosky me recomendó encarecidamente no me perdiera-, hará unos cuatro años, quizás cuando regresaba de Berlín -2005, confirmado-, y compartiendo Caneja espacio museístico con la antológica de Juan Gris, casi nada. Eran unos cuadros increíbles, con cierto regusto al paisaje rural de Godofredo Ortega Muñoz, las salas estaban vacías, las de Gris a reventar.

El Madrid de Eloy.

Es éste el relato más genial de todos. En él Benet se refiere a un amigo que un día desapareció sin dar ninguna explicación. Todos pensaban que la policía había metido su cabeza en el asunto, pero de vez en vez le llegaban rumores, alguien lo había visto en no sé qué sitio u otro había oído que también había sido visto en tal lugar. Muy graciosa -me reí solo, en el frío de mi piso, con Shostakovich de fondo- es la escena en la que los estudiantes de Ingeniería de caminos van a por su carnet de identidad, desde 1950 era obligatorio sustituyendo a la antigua Cédula, y ante el interrogante de los jóvenes acerca de la naturaleza de aquel plastiquito identificativo donde figuraba la huella dactilar: "El funcionario, que comprendió que por una vez debía hacer gala tanto de buenas maneras como del dominio de una información imprescindible, respondió que no sólo se trataba de una sustancia incombustible sino que además había sido glasofonada. "¿Glasofonado?". ¿Y eso qué es? ¿Y para qué sirve? "Admite las más altas temperatura sin sufrir deterioro alguno, caballero, y si usted muere calcinado gracias a este documento será posible reconocer sus restos." "Anda la leche", replicó Blanquito que ya empezaba a cabrearse, "pues bastante me importa a mi que reconozcan mis...". Pero no pudo acabar porque, con uno de sus ideales amarillos mediado y apagado en la comisura del labio, Eloy había sacado el mechero de martillo y aplicado la llamada a un borde del carnet. Una violenta, recta, y azulada llamarada -terminada en una cola de estrellas purpúreas- arrebató el carnet de los dedos de Blanquito y lo impulsó hasta el techo del local desde donde cayeron unas pocas e impalpables cenizas que el funcionario tocado de mandil, puesto de pie, acompañó con su mirada y con esa mezcla de sentimientos -sorpresa, furor, enojo, vergüenza, oprobio, humillación, venganza, insulto, desacato- tan compleja -para quien tiene el poder- sólo se puede resolver con un único y simple gesto."

Hablando de los cinco grandes cambios del siglo XX en España Benet se refiere a las siguientes fechas: 1931,1939,1965,1975,1982 y dice: "Así pues los que nacimos antes de 1931 y en 1985 seguimos manteniendo las constantes vitales (una expresión que espero que algún versado me explique algún día qué quiere decir) hemos sido testigos de cinco grandes cambios sin que ninguno de los pacientes, a lo que yo veo, se confiese inequívocamente determinado por ellos. Más bien parece que es al revés, si se tiene en cuenta el número de los que se consideran responsables de tales sucesos, aun cuando les hayan afectado poco a sus espíritus." Je, je, esas constanes vitales, una muestra de que, más allá de las Herrumbrosas Lanzas, Benet tenía sentido del humor.
-continuará, aún no he terminado-

lunes, 7 de diciembre de 2009

El canto de las tortugas, de Javier Tomeo.


"15 de marzo. 1. Hace cinco días que vivo en este pueblo. Decidí abandonar la ciudad cuando toda aquella gente se puso de acuerdo para decir que yo era un tipo que no podía andar suelto por las calles. Les dejé con un palmo de narices y me instalé en el caserón que hace dos años heredé de un hermano de mi padre. La gente me ha recibido aquí con los brazos abiertos. Nadie sospecha todavía que puedo causarles algunos problemas." Así comienza este Canto de las tortugas del oscense y candidato al Nobel Javier Tomeo. En forma de diario, el protagonista relata su estancia en el pueblo de su tío fallecido tras salir del manicomio. Lo que no me explico es por qué le dejaron salir de allí. Este hombre anónimo -al que llamaré Tomeo- se dedica a hablar con los animales, es decir, les entrevista. Al gato Roque, a la araña Matilde, a la oveja Serafina, etc... Pero Tomeo es un poeta y realiza intentos por dar a la luz algunos versos inspirados: "Hoy ha sido otro mal día. Ni siquiera he tenido ánimos para escribir. Me he pasado toda la mañana con la frente apoyada en los cristales viendo cómo llovía. Luego, por la tarde, estuve bebiendo y recordando cosas que posiblemente no me han ocurrido nunca." Esos recuerdos inexistentes esconden uno de los grandes misterios del alma humana. Ya he manifestado en alguna ocasión mi interés por los recuerdos, el olvido, la manipulación de lo ya vivido, definitivamente, por la creación de una vida pasada sobre la que apoyarnos, y en pocas ocasiones he visto expresado este sentimiento tan certeramente como lo hace aquí Tomeo. Mi madre me dice que es infantil tener posters de actrices en las paredes del piso, es una lucha eterna que tengo con ella, yo le extractaría este pasaje para que lo leyera: "Nadie debe renunciar a sus sueños infantiles. Triste es el hombre en el que nada queda del niño que fue una vez." Aunque luego no le diría que procede de un personaje que está como una regadera. La metafísica de la creatividad, el enigma supremo de la inspiración que ya tocara Zagajewski en sus libros anteriormente reseñados en este blog también preocupan a Tomeo: "Mientras Roque maúlla ahora en la cocina, leo por segunda vez los tres poemas que compuse ayer noche. Son muy malos, ahora lo veo claro. Casi siempre me pasa lo mismo: lo que por la noche me parece bien, al día siguiente no se sostiene en pie. Puede que a los otros poetas les suceda lo mismo." Esto hace plantearme una cuestión de difícil evitación: ¿es la inspiración la que nos conduce a un texto brillante o la que hace tolerable cualquier texto mediocre y lo transforma en algo falsamente brillante? Esto para un poeta no tiene tampoco mucho drama, borra esos versos malos y se pone con otros, pero si le sucede a Spielberg, ¡adiós a unos cuantos millones de dólares! Por otro lado, ¿no le pasará siempre esto a Spielberg? Tomeo cree estar en primavera tal y como anota en su diario, pero el tiempo no mejora...: "23 de mayo. Nada especial que reseñar. El viento, la lluvia y el frío han dejado de ser noticia.

- ¿Cómo es posible -le he preguntado esta mañana a la vieja de dos dientes- que haga todavía tanto frío? ¿Cómo es posible, señora Manuela, que este año tengamos una primavera tan mala?

Esta vez la vieja no dijo ni mu.Lo más probable es que no se llame Manuela. Apenas me vio aparecer en la ventana se metió dentro de la casa y cerró la suya." Tomeo tiene serias dificultades para relacionarse con los vecinos. Juan le trae provisiones y a veces le invita a comer a su casa donde su mujer le insta a que entreviste al perro. El alcalde y su sobrino le convencen para que envíe sus entrevistas a una revista ecológica. Tomeo no es tonto, sabe que le están tomando el pelo, para ellos inventa entrevistas falsas. En el diario comienzan a aparecer fechas "raras": "32 de mayo. 3. Una advertencia: que nadie piense que he perdido un tornillo cuando lea la fecha que he puesto al día de hoy. Lo hice a propósito. Ya sé que no son posibles los treinta y dos de mayo, porque este mes, desde que lo inventaron, sólo tiene treinta y un días.

Tengo sin embargo buenas razones para recurrir a este pequeño truco, que, por otra parte, me parece bastante inocuo: necesito creer que continuamos metidos en el mes de mayo porque me asusta entrar en el mes de junio y ver cómo van pasando los días sin que la primavera se decida a regresar." Bueno, no sólo por eso pensamos que has perdido un tornillo... "39 de mayo. 2. Mediodía. Abajo los negros presentimientos. He decidido proclamar la llegada de la primavera unilateralmente. El aire huele a rosas y a jazmines recién cortados. "No se hable más", me digo, apretando los puños. Bajo a la calle a cuerpo limpio, me siento en el banco de la plaza y me arremango las mangas de la camisa. Desde el otro lado alguien me grita que voy a coger una pulmonía, pero yo hago como si no le oyese." Lo mejor para enfrentarse con la realidad no esperada es ignorar los indicios contradictorios. El sapo desaparece en extrañas circunstancias, Tomeo cree que Roque -con quien tiene sus más y sus menos por no encender la estufa y por algún que otro asunto con Cleopatra- se lo ha zampado: "Lo consigno pues en mi diario con letra de imprenta: EL SAPO HA DESAPARECIDO." Tomeo no termina de integrarse en la comunidad: "La vieja de los dos dientes está espiándome desde su ventana. No hay mucha luz, se ha hecho casi de noche, pero he visto cómo se movían los visillos. Mis relaciones con esa mujer están rotas desde que el otro día se permitió llamar asqueroso a mi sapo. Mi venganza va a ser, pues, muy sencilla: para fastidiar a esa bruja, voy a estar hurgando con la escoba en ese nido vacío." De nuevo a vueltas con la inspiración en una fecha muy señalada: "47 de mayo. 1. Hace ya muchos días que la inspiración me da la espalda. Todo lo que escribo es francamente malo, y es una suerte que sea yo mismo quien se de cuenta y no los demás, como suele ocurrir casi siempre." Yo nunca he podido leer poesía, me pone nervioso esa segmentación del texto y no me entero de nada, por otro lado, ¿qué necesidad hay de que las cosas rimen?, en fin, yo lo atribuyo a alguna carencia genética por mi parte, pero Tomeo va mucho más allá, y se queda al borde de la destrucción de la poesía: "Una vez más, pues, he vuelto a hacerme esta mañana las preguntas de siempre: ¿por qué los poetas desperdiciamos tanto papel a la izquierda y derecha de nuestros versos. ¿Y si lo mejor de un poema no estuviese en lo que nos dicen los poemas, sino en el blanco que los circunda? ¿Y si los hombres tuviesen que aprender a leer en esos espacios inmaculados?" No es ninguna tontería lo que se apunta, la elipsis en el cine de Wong Kar-wai es una de sus mayores virtudes, lo sobreentendido, lo oculto, a veces es más importante que lo que se muestra, eso explicaría que algunos poemas insoportables sean catalogados como obras maestras, por los espacios de los lados. Finalmente Tomeo tiene un altercado con la mujer del alcalde. Es invitado a su casa a que haga una entrevista al último caballo del pueblo, definitivamente se le va la pinza: "-Dígame señora -le dije levantando un poco la voz-. ¿No es acaso cierto que lo que tiene su marido entre las piernas no tiene nada que ver con lo que le cuelga a este buen animal entre las suyas? ¿Y no es también cierto que algunas noches preferiría tener a este hermoso caballo en su cama?", en una clara alusión a El Padrino de Coppola. El día 1 de enero -algunas fechas atrás Tomeo ha reconocido por fin la verdadera situación del almanaque- termina este diario: "Lo peor de todo es este frío, que no se acaba nunca"


viernes, 4 de diciembre de 2009

La conciencia de Zeno, de Italo Svevo.


Descubrí a este autor, Italo Svevo, leyendo Microcosmos del también triestino -Trieste, tierra de nadie- Claudio Magris. En él se refería Magris a Svevo como un escritor melancólico. Me hice con su obra más laureada, esta La conciencia de Zeno. Zeno es un burgués de principios de siglo XX que acude a un psicoanalista quien le invita a escribir la crónica de su vida para desentrañar los orígenes de su enfermedad. Zeno corteja a Ada, una de las tres hermanas de su mentor en los negocios. Zeno será rechazado por Ada, en la misma noche Zeno será rechazado también por la hermana más joven de Ada, Alberta, para finalmente pedirle matrimonio a la más fea, Augusta. Es la historia de un perdedor amoroso que necesita casarse a toda costa para no resultar humillado. Esa condición le acompañará toda su vida. Intentará dejar de fumar y escribirá en su diario cientos de veces "el último cigarrillo". Contra todo pronóstico su matrimonio será casi un éxito, aunque él no renunciará a tener amante, y la encuentra en una jovencísima cantante y pianista -canta horrible- a la que cortejará y subvencionará sin saber muy bien por qué. Zeno es así mismo un hipocondríaco, preocupado por conseguir una enfermedad, por padecer algo, finalmente unos extraños dolores le aquejarán para no dejarle el resto de su vida: "Tullio volvió a hablar de su enfermedad, que era también su distracción principal. Había estudiado la anatomía de la pierna y el pie. Me contó riendo que cuando se camino con paso rápido, el tiempo en que se da un paso no supera el medio segundo y que en ese medio segundo se mueven nada menos que cincuenta y cuatro músculos. Aquello me asombró y al instante pensé en mis piernas y busqué en ellas esa máquina monstruosa. Creo que dí con ella. Como es natural no encontré cincuenta y cuatro artefactos, sino una complicación enorme, que se desordenó en cuanto fijé mi atención en ella.
Salí de aquel café cojeando y seguí cojeando durante unos días." La preocupación de Zeno es reconducida una y otra vez a través del que dirá la gente, consiguiendo en ocasiones rocambolescas paradojas, lo que los demás ven en nosotros, lo que queremos que vean, lo que nosotros mismos vemos, advertimos cierto ánimo existencialista pre-sartriano: "Mi propio suegro, el astuto Giovanni, se dejó engañar, y hasta que murió, cuando quería poner un ejemplo de gran pasión amorosa, citaba la mía por su hija, es decir, por Augusta. Sonreía dichoso, como buen padre que era, pero al mismo tiempo aumentaba su desprecio hacia mí, porque, según él, el que ponía su destino en manos de una mujer y, sobre todo, no advertía que en este mundo hay también otras mujeres no era un hombre de verdad. En eso se ve que no siempre me juzgaron con justicia." A mi me pasa, tan pronto pienso en Jessica Alba como la muejr más hermosa del planeta, cuando mi atención se desvía ora hacia Evangeline Lilly ora hacia ¡Megan Fox! Zeno está continuamente justificando sus infidelidades: "¿Por qué habría de provocarme remordimiento mi deseo, cuando parecía haber llegado a tiempo precisamente para salvarme del tedio que en aquella época me amenazaba? No perjudicaba en absoluto a mis relaciones con Augusta, sino todo lo contrario. Yo ahora le decía no solo palabras de afecto que siempre le había dirigido, sino también las que en mi ánimo iban formándose hacia la otra." Lo terrible es que lleva razón, ¿es lícito alimentar una relación a través de terceras personas? pregúntenle a las interesadas. " Como buen hombre de negocios que era -Copler-, llevaba un registro de todo, y yo pensé que aquel libro era su viático y que, de estar en su caso, condenado a una vida breve y carente de familia como él , yo lo habría enriquecido consumiendo mi capital, pero él era el sano imaginario y sólo tocaba los intereses que le correspondían, por no poder resignarse a admitir que el futuro era breve." Se reúnen aquí la enfermedad, la esperanza absurda por la vida, y ¡el registro de todo lo que uno hace! Esto es fundamental, hay que anotar cualquier circunstancia que nos relaciona con el mundo, de lo contrario, ¿quién se acordará de nuestro pasos? Ni nosotros mismos. El devaneo de sus pensamientos, la oportunidad de nuestros actos a veces sólo encuentran sentido desde la casualidad. A esto le unimos un destello de humor negro que bordea la frontera de la crueldad, pero que sin embargo está perfectamente encauzado en lo que es el sentimiento y la razón humanos: "Habría sido el momento de encontrar un pretexto para rogar a la muchacha (Clara) que no contara a Copler mi visita, pero no lo hice, por no saber como disimular mi petición, y fue una suerte, , porque pocos días después mi pobre amigo enfermó y al poco murió." ¿Fue una suerte que muriera el amigo o que no llevara a cabo esa petición? Es una aberración este razonamiento, cualquiera lo hubiera hecho aunque nadie lo habría expresado, por supuesto. Nadie entiende a las mujeres, ni ellas mismas se entienden, pero esto habría que extrapolarlo al ser humano en general, porque ¿quién se entiende a uno mismo cuando ni nos ponemos de acuerdo en cual es nuestra actriz preferida del cine clásico, Grace Kelly o Ava Gardner?: "Para los hombres era difícil entender lo que las mujeres querían también porque a veces ellas mismas lo ignoraban." El surrealismo de Svevo nace de la cotidianidad, de lo realizable, de la realidad, en definitiva, a veces no sabemos ni porqué queremos algo, el ego nos empuja a reivindicar que alguien nos pida opinión, ¡sin saber cuál es esta!: "Como antiguo frecuentador de la Bolsa, mi opinión, aun junto a la del abogado, habría podido contar lo suyo, pero ni siquiera recordé mi opinión, en caso de que la tuviera." Finalmente Zeno volverá al psicoanalista quien le diagnosticará mal de Edipo: "Era auténtica ceguera: me había enterado de haber deseado quitar la esposa a mi padre, ¿y no me sentía curado? Inaudita obstinación la mía: pero el doctor reconocía que estaría aún más curado cuando hubiera acabado mi reeducación, después de la cual me acostumbraría a considerar aquellas cosas (el deseo de matar al padre y de besar a la madre) de lo más inocentes, cosas por las que no había que sufrir remordimiento, porque ocurrían con frecuencia en las mejores familias." Llega la guerra, su familia desaparece, emprende nuevos negocios, una gran bomba estallará en la Tierra.