lunes, 26 de enero de 2009

Nieve, de Orhan Pamuk


El poeta Ka llega a Kars, un pueblecito del noreste de Turquía, en pleno temporal de nieve. Su intención: retomar el ambiente mágico de su Estambul natal -ahora perdido- y reencontrarse con un amor platónico de su juventud, aunque la versión oficial es la de escribir un artículo sobre unas jóvenes suicidas y sobre unas próximas elecciones municipales. El centro de la novela son los tres días que Ka pasa en Kars, relatados por su amigo, el novelista Orhan, quien a través de las notas dejadas por Ka reconstruye lo acontecido cuatro años atrás. La búsqueda de la felicidad parece ser la obsesión de Ka: "Se dejó llevar por una sensación de destino inevitable: notaba con fuerza que la lógica de la vida poseía una geometría oculta que era incapaz de resolver y sentía un profundo anhelo de descubrir esa lógica para poder ser feliz, pero en aquel momento no se veía con las fuerzas suficientes como para satisfacer ese anhelo de felicidad". Ka cometió el error de intentar racionalizar la felicidad. La cabeza y el corazón de Ka son un carrusel desbocado, producto de la inseguridad y del desafío a un proyecto en Frankfurt atolondrado e inminente: "Subiendo las escaleras a toda velocidad se culpó también por haberse creído enamorado de ella. Entró en su habitación, se arrojó en la cama y pensó primero en la tontería que había cometido viniendo de Estambul y luego en el error que había sido venir a Turquía desde Frankfurt". Todos pensamos a veces en ese amor del instituo y en cómo serían las cosas si volviésemos a encontrarnos con ella. Es el momento en que la vida parece adoptar múltiples e infinitas probabilidades, todas ellas destinadas a extinguirse. Pamuk es un escritor increíble, de gran precisión descriptiva, con un extraordinario sentido del ritmo narrativo y una especial predilección por internarse en el alma humana, sin embargo yo le pondría un "pero", creo que carece de sentido del humor, por eso me sorprendí a mi mismo soltando una carcajada cuando leí este trozo: "Yo también quiero hacer el amor contigo -dijo Ipek. Por un segundo miró al suelo. Luego levantó sus ojos ligeramente bizcos y clavó con decisión su mirada en la de Ka-. Pero ya te lo he dicho, no mientras mi padre esté aquí, delante de nuestras narices. -¿Cuándo sale tu padre? -Nunca- contesto Ipek". Ja, ja, ¡la lo lleva claro, el colega! Tanta nieve, tanto "el silencio de la nieve", impregnan de "color" el texto, y es que la nieve es uno de los personajes de la novela, esa circunstancia nos conduce a párrafos como éste: "Vió un montón de niños que se deslizaban con sus trineos por pequeños solares vacíos, por las plazas cubiertas de nieve, por los jardines de escuelas e instituciones estatales, por las cuestas, por los puentes que cruzaban el arroyo Kars, niños que hacían batallas con bolas de nieve, que corrían, que se peleaban y decían palabrotas o que observaban todo aquel movimiento sorbiéndose los mocos". No sé ustedes pero yo pienso en uno de esos paisajes nevados con campesinos de Peter Bruegel. "Sólo mucho después se daría cuenta de que todas las personas que había conocido en Kars, a excepción de Necip, hablaban con dobles sentidos en una armonía instintiva y se preguntará si tendría relación con la pobreza, con el miedo, con la soledad, o con la trivialidad de la vida". Esto me hace reflexionar si en realidad todos no actuamos como si fuésemos intérpretes de algo, como si nuestras conductas y nuestras palabras no estuvieran siempre doblegadas ante un segundo o tercer sentido, sentidos a veces incluso inextricables para nosotros mismos. A vueltas con la felicidad, ese ente inasible: "-¿Eras feliz de niño? -Cuando uno es feliz nunca sabe que lo es. Años después decidí que había sido feliz de niño; en realidad no lo era. Pero tampoco era tan desgraciado como en los años que siguieron. Cuando era niño no me interesaba la felicidad". Maravillosas ideas que cuestionan el sentido de la felicidad, la obsesión absurda del ser humano por atraparla. ¿Qué es más importante, ser feliz o sentir que se ha sido feliz? Hay momentos del día en que, sin saber por qué, nuestra percepción está alterada, es sumamente absorbente: "Se elevó con tal fuerza en su alma la sensación de que esa extraordinaria claridad de percepción con la que apreciaba los detalles del momento en que estaba viviendo era una parte inseparable de este profundo y hermoso mundo y de que en ese momento todo estaba interconectado que, pensando que se le venía un nuevo poema, entró en una casa de té de la avenida Atatürk. Pero ningún poema se le vino a la cabeza". A todo esto el libro podría haberse titulado también "Tragedia en Kars". Una revolución anti islamista se adueña del pueblo aprovechando el aislamiento sufrido por la fuerte nevada. Ka se ve involucrado en esa situación por la que discurren los más variopintos personajes, un terrorista, la hermosa hermana de su amada Ipek, el loco actor-director del levantamiento, un periodista profético, unos joovenes estudiantes islamistas, ..., y así actuará como intermediario en una resolución que terminará sorprendentemente. Al final de la novela Orhan viaja a Kars para esclarecer los hechos y para encontrar al menos uno de los diecinueve poemas que Ka escribiera en la ciudad de Kars durante esos tres días, pero Orhan es tan sólo un novelista: "...aquello me recordaba uno de mis puntos débiles, que yo era un novelista de espíritu simple que cada mañana y cada noche trabajaba a horas determinadas como un contable al contrario que Ka, que era un auténtico poeta que podía vivir como mejor le apeteciera siendo él mismo. Toda la novela es recorrida por el conflicto religioso existente en Turquía y simbolizado con el problema de las empañoladas, es decir, aquellas mujeres que se niegan a quitarse el velo tal y como dicta El Corán. El eterno enfrentamiento turco entre Occidente y Oriente. Entre el futuro en la Unión Europea y la fidelidad a la tradición islámica. La trama, resuelta casi deductivamente nos deja no obstante ignorantes de la calidad de los poemas de Ka. Sólo en alguna ocasión se refieren algunos personajes como a que eran extraños. Pero Pamuk no comete el error de transcribirlos -el cuaderno verde nunca apareció-, ni siquiera el que sí consiguió recuperar Orhan para su libro Nieve a través del video de la televisión de Kars.

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