lunes, 8 de septiembre de 2008

El rostro ajeno, de Kôbô Abe


Bueno, este libro son palabras mayores. El japonés reflexiona sobre la importancia del rostro en la sociedad, sobre la hipocresía del ser humano, sus debilidades, su inseguridad, la ausencia de identidad, la soledad no convenida y sobre los límites de la locura incluso. Un accidente de laboratorio deja al protagonista con el rostro desfigurado. Sus conocimientos como investigador biológico le permiten fabricarse una máscara que respete al máximo posible las líneas de expresión. A partir de comenzar a usar la máscara ésta empieza a adueñarse de su personalidad, convirtiéndole en otra persona. ¿Hasta qué punto es el rostro el mapa fidedigno de nuestra alma? La maestría de Abe, -un autor que me gusta denominarlo como tremendamente analítico, hasta el borde de la obsesión analítica en su narrativa- se expande de manera espectacular en los tres cuadernos -y una carta, y una contestación final- de que está compuesta la novela. La minuciosidad de detalles en la proyección de la máscara, la progresiva incorporación de ésta en la sociedad, y el desenlace final a través de su relación -y de la máscara- con su mujer, constituyen el contenido de estos cuadernos -blanco, negro y gris- que escribe el protagonista con el fin de que su mujer los lea y comprenda las circunstancias en las que se encuentra -tanto él como la máscara-. Un laberíntico discurso interior, salpicado de escenas en las que contacta con el mundo exterior -la entrevista con el cirujano estético, el encuentro con la niña del yoyó, el almuerzo con aquel desconocido, las citas con su mujer- nos muestran la habilidad extrema de este escritor, sin duda -y para mi un total descubrimiento, ya reseñé hace unos días la memorable La mujer de la arena- uno de los mejores autores existencialistas del siglo XX.

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