miércoles, 13 de abril de 2022

Solenoide, de Mircea Cartarescu.






Solenoid.
Humanitas, 2015.
Solenoide.
Impedimenta, 2015.
Traducción: Marian Ochoa de Eribe.


Solenoide es una ditirámbica, barroca, onírica y arriesgada novela de 800 páginas, cuyos temas recurrentes son el influjo de los sueños en la realidad, el doble, el enigma de la creación, la cuarta dimensión, el hastío cotidiano, la reconstrucción de los recuerdos, en definitiva, Solenoide es una fascinante inmersión en el universo "cartaresquiano". Solenoide es también un espectacular pandemónium en torno a la ciudad de Bucarest, con quien el autor mantiene una relación de amor-odio, y que funciona a modo de caldera magnética con indisimulados ecos de Kafka y Dostoievski.

El narrador -le llamaré Cartarescu-, es profesor de la Escuela 86 de Bucarest. Novelista frustrado -el día en que presenta su poema La caída -premonitorio título- en un círculo literario y fracasa, su vida se escinde en dos, la suya y la del novelista de éxito que pudo ser-, recorre diariamente el camino de la casa a la escuela y vuelta por inercia. Como vía de escape a tan estéril rutina escribe unos diarios sin ambición literaria -destinados a la extinción-. Su casa tiene forma de barco y en el sótano hay un solenoide inventado por un loco que le permite levitar en su dormitorio -en realidad es tan sólo uno de los seis dispersos por toda Bucarest-.

Podríamos establecer varios niveles de ficción (o realidad) en esta novela. Por un lado está la colección de sueños anotados en cuadernos antiguos -el autor insiste en que no encierran ningún sentido último-. Por otro, historias que lindan con lo fantástico pero que están encuadradas en un entorno real y que a veces derivan hasta la alucinación, visitadores nocturnos -que observan, al pie de la cama-, la visita a la morgue de la secta de los piquetistas y la aparición de la estatua de la condena en un reincidente guiño kafkiano -y que tendrá una segunda parte en la que Cartarescu no dudará en colocarnos nueve páginas de "¡socorro!"-, los objetos que recoge la niña Valeria en una explanada del campo, la inspección de la fábrica abandonada -las dos últimas en la línea de su lírica Nostalgia.
Hay un tercer nivel que se corresponde con la realidad biográfica del narrador -en el contexto de una imagen ruinosa pero a la vez luminosa de la ciudad de Bucarest, sus calles, edificios, parques, barrios, nos acompañan en este fascinante paseo- y donde leemos los episodios escolares, habitados por una serie de variopintos personajes como son el director Borcescu, las profesoras Florabela -exuberante pelirroja-, Irina -con quien Cartarescu tendrá una hija, motivo que facilitará el punto álgido del discurso, esto es, la obligada elección del autor entre vida y escritura (o arte)-, Caty -a través de la que conectará con los piquetistas-, o el portero Ispas -temeroso de ser secuestrado por extraterrestres. Este armazón biográfico que sostiene la novela tiene su base en los capítulos de la infancia. La estancia en el hospital de Voila para tuberculosos del niño Cartarescu -y que lo empareja con otros autores como Thomas Bernhard y sus libros autobiográficos El aliento El frío, Thomas Mann y su Montaña mágica, y Kafka y sus ingresos en diferentes clínicas-, la  historia del hermano gemelo muerto prematuramente (episodio resonante de su trilogía Cegador), el suplicio de las inyecciones, la inquietante operación en la Clínica Máquina de Pan (cuya intención permanece desconocida)-, la del pequeño Mircea, vestido como niña por su madre o la ascensión en la plataforma a la que se subían los niños para ver el interior de la casa de enfrente, son pasajes de gran sensibilidad en los que el talento de Cartarescu brilla especialmente. Los pasajes del profesor -perdido entre aulas y pasillos- me han hecho recordar -si no por el estilo sí por la temática y el contenido emocional- al noruego Knausgard (Bailando en la oscuridad). Esta semejanza con Knausgard -y sus tortuosas relaciones amorosas- se advierte con mayor claridad en la historia de Stefana, víctima de un trastorno psicótico (un tema similar al de la reciente película, rumana también, de Calin Peter Nezer, Ana, mon amour), y que es, sin duda, la mejor parte de la novela -uno se pregunta qué hubiera sido de Solenoide si se hubiera prescindido del tejido onírico y del imaginario seudokafkiano, y se hubiera centrado en la vida y milagros del profesor Cartarescu.
Uno de los grandes aciertos de Solenoide es la aproximación a diversas figuras históricas que enriquecen el escrito. Así conocemos las vidas de los matemáticos Hinton y Boole, la escritora Ethel Voynich -autora de El tábano-, los hermanos Minovici, y el psicólogo Nicolae Vaschide.
Es la mediocridad -el amateurismo, el eterno diletante- uno de los temas centrales del libro -encontrando su modelo literario en el Efimov dostoievskiano, referido en múltiples ocasiones-, y que parece homenajear a esos oscuros funcionarios que esconden un genio inconmensurable -léanse Pessoa o Kafka-. Y es Kafka precisamente una de las fuentes de inspiración más claras de Cartarescu -el libro favorito del narrador son los Diarios del escritor praguense-, recreando incluso una nueva metamorfosis, en esta ocasión en forma de sarcopto. También la figura de Borges hace aparición -citado a propósito de Hinton, un personaje mencionado en el relato "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"-, y es de alguna manera el mismo mundo laberíntico e inmortal del argentino el que resuena en estas páginas.

En definitiva, Solenoide es una obra que depara momentos de excepcional literatura -la parte biográfica, las incursiones historicistas-, y otros de puro esteticismo -la parte onírica y alucinógena-. No obstante, los primeros justifican con creces la lectura de tan intensa y extensa obra -y los segundos bien merecen una segunda lectura para sonsacar el tesoro que presumiblemente esconden.

miércoles, 6 de junio de 2018

Tala, de Thomas Bernhard

Holzfällen-Eine Erregung
@Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main 1984

Ed.cast: Alianza Editorial, S.A.,1988,1989,2002
Traducción: Miguel Sáenz.
Diseño: Ángel Uriarte.

Género: Drama existencialista.
Temática: Sociedad y cultura.
Estilo: Monólogo interior.
Época: Años 80.

Sinopsis:
El narrador se encuentra en el Graben con los Auersberger. Le hablan del suicidio de Joana y lo invitan a una "cena artística" con un famoso actor del Burgtheater.

Personajes:

El narrador: Escritor. Sabemos que estudió en el Mozarteum y se trasladó a Viena donde, como todo artista que se traslada a Viena, fue aniquilado por Viena. Asiste a la "cena artística" que dan los Auersberger. En los 50, cuando el narrador se relacionaba con esos artistas, aquellas cenas artísticas eran habituales y el narrador las califica como repulsivas, no entiende por qué ha aceptado esta invitación, 25 años después, en lugar de quedarse en casa leyendo a Gogol o tocando a Satie. En esa cena no conversa con nadie -a veces dice palabras en alto como "¡Descuido!", una y otra vez, sorprendiendo a todos-. Sólo se dirige a alguien en dos ocasiones, al actor del Burg y a Auersberger. Detesta al actor del Burg pero al final de la noche un cambio inesperado en la actitud del actor del Burg le hará cambiar de opinión. Observa desde su sillón de orejas primero y luego desde su asiento de comensal.
Los Auersberger: Auersberger, músico, seguidor de Anton Webern, alcohólico, dice cosas como "Tenemos que matarnos todos mutuamente", su cantata no puede estrenarse en Viena porque no hay en Viena un solo flautista capaz de tocar su cantata y esta debe ser interpretada en Londres consecuentemente, calificado por el narrador como "el Novalis de los sonidos", en realidad se llama Auersberg pero se cambió el nombre a Auersberger porque daba más clase; la Auersberger, rica, le gusta organizar cenas artísticas, parece que va a interpretar unas canciones de Purcell. Los Auersberger se acaban de comprar todo lo de Ludwig Wittgenstein, van cargados con todo lo de Ludwig Wittgenstein, pero en realidad nunca van a leer nada de Ludwig Wittgenstein.
El actor del Burg: "ese zoquete teatral y pomposo", "recitador megalómano de palabras huecas". Principal atracción de la cena artística. Interpreta en el Burgtheater a Ekdal en El pato salvaje de Ibsen (así como el narrador, el día anterior a la cena con el actor del Burg que interpreta El pato salvaje en el Burg, busca El pato salvaje en su biblioteca aunque no encuentra El pato salvaje en su biblioteca cuando estaba seguro de que tenía El pato salvaje en su biblioteca, voy a la biblioteca de mis padres, porque estoy seguro de que en la biblioteca de mis padres está El pato salvaje de Ibsen, y cojo prestado El pato salvaje de Ibsen, tengo que leer El pato salvaje de Ibsen para comprender Tala de Bernhard, me digo, leo El pato salvaje de Ibsen, cosa que, según el narrador, no ha hecho ninguno de los asistentes a la cena artística, leer El pato salvaje, me refiero, lo que provoca que ninguno de los comentarios, proclamas, disertaciones del actor del Burg sobre El pato salvaje de Ibsen pueda ser comprendido). El actor del Burg -así denominado en todo el texto- reflexiona sobre el mundo del teatro, sobre el Burgtheater, al que critica y defiende por igual, sobre Ibsen y Strindberg (a veces Ibsen es el más grande frente a Strindberg, a veces es Strindberg el más grande frente a Ibsen), sobre su Ekdal -también sobre el Gregers-, en resumen, sobre su arte -se retira a una cabaña en el Tirol para estudiar el Ekdal ("el papel más difícil es el de Ekdal")-. Siente lo que él llama su "nostalgia española".
Jeannie Billroth: escritora, seguidora de Virginia Woolf (primero imitadora de Virginia Woolf y luego superadora de Virginia Woolf), ella se denomina la nueva Virginia Woolf y sostiene haber ido más lejos en sus novelas que Virginia Woolf en Las olas, aunque en realidad sólo escribe insensateces -el narrador. En el pasado fue muy amiga del narrador y compartieron veladas de lectura de autores del siglo XX, pasearon por el Prater y subieron a la noria donde charlaron sobre Pirandello y Pavese. El narrador le facilitó el título para su novela El desierto de la juventud. Hace años que no se ven ni se soportan. Ella le odia en silencio por el hecho de que un día él se escapó para no ser aniquilado por ella. Tiene un enfrentamiento con el actor del Burg por el papel más difícil, el Ekdal de Ibsen o el Edgar de Strindberg, Billroth cita el estudio del famoso profesor Kindermann, "Edgar y Ekdal: una comparación". Autora de la pregunta fundamental al actor del Burg: "¿Cree usted que, al final de su vida, se habrá realizado en su arte?".
Joana: nombre artístico de Elfriede Slukal, bailarina, autora del estudio que a nadie interesa Arte del movimiento (o también Estudio de movimiento). Suicida. Amiga del narrador. La noticia de su muerte, dada por la tendera de ultramarinos tan solo una hora después del descubrimiento de su cuerpo colgando en el vestíbulo, no impresiona en absoluto al narrador ya que este pensaba que Joana se habría suicidado hacía tiempo.
Anna Schreker: escritora, seguidora de Gertrude Stein, así como Billroth lo es de Virginia Woolf. Ganadora del Gran Premio Nacional de Austria de Literatura, aceptado sin pudor después de haber criticado durante años a la institución.
Tendera de ultramarinos: amiga de Joana en Kilb. Descubridora del cuerpo de Joana a las 7 de la mañana. Enseguida llama, primero a John -a quien le dice de inmediato que Joana se ha ahorcado-, luego al narrador -a quien oculta que Joana se ha ahorcado cuando en realidad es inútil que le oculte al narrador que Joana se ha ahorcado porque al decirle al narrador que Joana ha muerto el narrador ha sabido desde ese instante que Joana se ha ahorcado tal y como le dice a la tendera de ultramarinos quien se sorprende de que el narrador sepa que Joana se ha ahorcado cuando en ningún momento le ha dicho al narrador que Joana se ha ahorcado.
John: pareja de Joana en Kilb, se hace cargo de los preparativos del funeral de Joana, al principio cree que otros se harán cargo de los preparativos del funeral de Joana pero al final es él quien se hace cargo de los preparativos del funeral de Joana. Contempla horrorizado cómo en la morgue han envuelto el cadáver de Joana en un plástico.
Fritz: artista internacional del tapiz. Ex marido de Joana. Gran Premio de Sao Paulo por su Montaña asociativa. Se fuga a México con la mejor amiga de Joana y luego deja a esta a su vez por una mexicana.
Enrstl: marido de Jeannie Billroth. Trabaja en el Instituto Químico.
Dos estudiantes de la Estiria: ríen jocosa e inoportunamente, son aspirantes a ingeniero.
Dos jóvenes escritores: el narrador se reconoce en ellos de joven.
Rehmden: Pintor manco de la escuela surrealista de Viena.

Lugares:
Viena: esa ciudad que odiamos y que sin embargo amamos más que a cualquier otra -el actor del Burg. Esa "espantosa ciudad de Viena que me ha precipitado profundamente en la desesperación" -el narrador. Esa ciudad que dilapida el talento de Auersberger, Billroth y todos los demás.
El Graben: calle comercial en el centro de Viena. El narrador comete el error de salir a pasear al Graben donde se encontrará con los Auersberger "precipitando" los acontecimientos: que salir al Graben cuando sabes que puedes encontrar a los Auersberger es una locura, que salió al Graben por el alivio mental y físico que le proporciona recorrer la Karnterstrasse y el Graben, y así escapar de la soledad de meses en su piso de Währing, que los Auersberger lo habían visto de lejos, al igual que él podía haberlos observado de lejos sin necesidad de saludarles, que en el momento en que le invitaron aceptó porque fue víctima de un sentimentalismo.
Café Eiles: el truco del café Eiles consiste en coger un montón de periódicos y calmarse -del encuentro con los Auersberger.
"La mano de hierro": posada en Kilb adonde acuden los asistentes al funeral para comer gulash. En Kilb al narrador aquellos seres artísticos le hacen una impresión grotesca.
La Gentzgasse: piso en Viena de los Auersberger. Escenario principal. Allí se celebra la cena artística que centra todo el relato. Es un tercer piso, con 7 u 8 habitaciones, abarrotadas de muebles estilo Francisco José y Biedermeier. Acción en sala de música y comedor.
"El Acecho": antiguo palacio salzburgués de la asistencia social en Maria Zaal, en la Estiria, es la casa de verano de los Auersberger.
Sebastianplatz: residencia de Joana en Viena. Allí el narrador comienza a hacer de su método de contemplación y observación de los hombres una de sus propias artes y a hacer de esa arte suya una costumbre para toda la vida.
Burgtheater: Teatro Nacional de Austria en Viena.

Menú:
Sopa a la una y cuarto de la madrugada.
Lucioperca del Balatón.
Más lucioperca del Balatón.

El título:
1. El actor del Burg define la vida como adentrarse profundamente en el bosque: "Bosque, monte alto, tala, de eso se ha tratado de siempre".
2. En El pato salvaje de Ibsen se sabe que Ekdal cayó en desgracia por realizar una tala ilegal.

Curiosidades:
1. Demanda. El compositor vienés Gerhard Lampersberg se sintió retratado en el personaje de Auersberger y demandó a Bernhard, consiguiendo que se retirara el libro -lo que debió ser su mayor momento de gloria, ¿Lampersberg dices?
2. "El Ekdal". En El pato salvaje de Ibsen aparecen dos Ekdal, el viejo Ekdal y el hijo, Hjalmar. El actor del Burg, en el ocaso de su carrera, interpreta a Ekdal el viejo, si bien este papel tiene una presencia menor en la obra, recayendo el peso de la misma en el Hjalmar -un maldito loco, por cierto.
3. Premio. La crítica a Anna Schreker por aceptar el Premio Nacional de Literatura tiene un componente paródico ya que el propio Bernhard recibió ese premio en 1968, con apenas 37 años y sólo 3 novelas en su haber.
4. Anton Webern. Bernhard, al referirse al autor de la Segunda Escuela de Viena, Anton Webern, escribe alguna vez "Anton von Webern", confundido quizás por otro compositor de nombre similar, Carl Maria von Weber, músico alemán del siglo XIX.
5. Portada. En la imagen de portada se ve, en lugar del supuesto narrador en un sillón de orejas, una vieja en un sillón de orejas, lo que no tiene sentido.
6. Subtítulo. Miguel Sáenz decidió no traducir el subtítulo -las novelas de Bernhard suelen llevar un subtítulo caótico y pesimista-, "Eine-Erregung" en este caso y que significa "una excitación" o "una agitación".
7. Lista. El famoso crítico alemán Marcel Reich-Ranicki incluyó Tala en su lista de 20 mejores novelas en alemán del siglo XX, siendo la única obra de Bernhard que aparece en dicha lista.

viernes, 29 de enero de 2016

Man in the Dark, Paul Auster

Hay un tipo en un cuarto que es un crítico literario septuagenario, August Brill, y que ganó el Pullitzer el siglo pasado y del que nadie se acuerda ya ("I am alone in the dark, turning the world around my head as I struggle through another bout of insomnia, another white night in the great American wilderness", comienza el libro). Brill está impedido porque perdió una pierna en un accidente de coche y su mujer que luego fue su ex-mujer porque Brill se fue con otra más joven y que luego fue solo su pareja porque ella ya no quería volver a casarse con él, Sonia, murió de cáncer. Vive con su hija divorciada, Miriam, y con su nieta, una joven viuda, Katya, atormentada por la culpa. En las horas que pasa insomne en la oscuridad escribe mentalmente una novela. En esa novela un tal Brick, Owen Brick,que trabaja como el mago Great Zavello, se despierta vestido de militar en un hoyo. Al poco el sargento Serge Tabok le revela que América está en guerra, una guerra civil ("What am I doing here? Bricks asks, trying to surpress the anguish in his voice./ Get a grip on yourself, boy. You´re fighting a war. What did you think this was? A trip to Fun World?"). A Brick le encomiendan la misión de matar al responsable de la guerra, así, de golpe y porrazo. Ese responsable es el escritor que está pensando la historia, Brill -en último caso sería Auster que escribe a Brill, si bien este bucle magistral no se le ocurrió a Auster y fue cuando Auster perdió la oportunidad de escribir algo interesante, una pena-. Brick es abandonado en medio de la carretera con mil dólares encima, venga apáñetelas tú solo, le insta Tobak. Llega a una ciudad maltratada por los bombardeos, Wellington -antes Worcester-, donde empieza a tener problemas -tiene que desayunar huevos en un bar de mala muerte, ¡y no tienen café!-. Después la sensual camarera le recomienda el hotel de un amigo y luego sale de allí pitando porque una antigua compañera de instituto, Virginia, de la que él estaba enamorado platónicamente lo recoge y le recuerda su misión y le dice que volverá a por él en una hora para llevarlo ante un tal Fricks -más adelante confesará que ella fue quien le recomendó para aquella misión cuando aún no sabía qué tipo de misión era la misión, pero le recomendó igualmente para que no se aburriera-, y luego pide ayuda a la camarera quien le deja pasar la noche en su casa -cobrándole 200 dólares que a Brick le parecen un abuso aunque fuera la misma cantidad que pagara en aquel hotel de mala muerte y Brick reflexiona sobre la verdadera naturaleza de las personas- y a la mañana siguiente el novio de la camarera lo echa a patadas, le rompe un diente y le quita la bolsa de viaje y además lo deja sin desayuno -lo del diente y la bolsa pase pero dejarle sin desayuno creo que fue una crueldad-. Por las tardes el crítico literario pasa horas y horas viendo películas en dvd con Katya. Auster aprovecha la coyuntura para hacer un breve análisis de tres películas antiguas, El ladrón de bicicletas, El mundo de Apu, y La gran ilusión de Renoir. Dicho análisis, que hace Katya, se basa en la emoción de los objetos y en el protagonismo de la mujer. Uno se pregunta si a Auster se le ha acabado la imaginación o si es que se ha despertado en él una inesperada vocación cinematográfica.
Más tarde el escritor en la oscuridad hace un comentario sobre Cuentos de Tokyo de Ozu -¿por qué? me digo-. La escena final de la peli de Ozu entre la joven y el suegro es el punto culminante ("The teacher goes off to work, and Noriko begins straight ending up the house (reminding me of the women in the other films Katya talked about tonight), and then comes the scene with the watch, the moment the entire film has been building up to"). Por su lado -la narración alterna a Brill con Brick- Brick es aleccionado por Fricks (con alguna pedante incursión filosófica: "Is the name Giordano Bruno familiar to you?") y le informa que Duke, el novio de la camarera, es de los suyos y que no intente escapar más porque de lo contrario lo matará, pero cómo me matarás si estoy en un mundo paralelo según tú ("There are many realities. There´s no single world. There are many worlds, and they all run parallel to one another, worlds and anti-worlds, worlds and shadow-worlds, and each world is dreamed or imagined or written by someone in another world. Each world is a creation of a mind"), porque voy a hacerlo en sueños, le dice Fricks, pero eso no puedes hacerlo porque ya he soñado varias veces desde que estoy en tu mundo paralelo, pero es que lo voy a hacer cuando te duerma inyectándote un somnífero que tengo aquí... Demonios, esto es qué es, me digo. Brick se despierta junto a su mujer sudamericana, Flora, y le cuenta lo de Brill, lo de Fricks,..., y ella piensa que le toma el pelo, que si ha estado dos días de juerga que se lo diga claramente, y él le enseña la marca de la aguja en el brazo, lo que tampoco demuestra nada. Entonces Brick consulta en internet la existencia de Brill y descarta que todo haya sido un sueño y le dice a Flora que tiene que matar a Brill y Flora le dice que está loco o qué y pasa un mes y Brick no ha matado a Brill y entonces recibe la visita de Fricks que le amenaza con partirle los huesos y entonces Flora le dice a Brick que hay que matar a Brill pero Brick ya no quiere matar a Brill y manda a Flora a Argentina con sus padres. Entonces el escritor en la oscuridad -que no escribe, sólo piensa la novela- se acuerda de su hermana Betty y su marido Gil que era concejal cuando los disturbios de Newark de 1967 para seguir con la lagrimosa historia del fin de Gil y también de su hermana, por qué, se pregunta el lector, bueno, ya no se pregunta nada, le da todo igual -la excusa de Brill es que la mente da vueltas, rodeos, sin ton ni son-. Miriam además está escribiendo la biografía de una hija de Nathaniel Hawthorne y Brill se levanta a leerla porque la tiene en el escritorio desde hace un montón de tiempo y no le hacía ni caso pero casualmente ahora le ha dado el punto de leerla y nos la cuenta así por encima. Luego el final de la trama de Brick se precipita y como aún le queda un buen trecho para acabar el libro Auster se enfrasca en una nocturna conversación entre Brill y su nieta Katya en la que el escritor explica la  historia de amor con su mujer, y es horrible, y también se cuentan unas historias raras de una gente rara a la que le pasaron cosas raras. Luego se conoce la causa de la muerte del marido de su nieta Katya y es horrible, pero Brill recuerda un verso de la hija de Hawthorne, "As the weird world rolls on", y así acaba el libro.

martes, 10 de noviembre de 2015

Invisible de Paul Auster.


Hace tiempo que dejó de interesarme la obra de Paul Auster. Muy atrás quedaron mis veinteañeras lecturas de Leviatán y La música del azar. Sin embargo he seguido cada publicación suya, quizás por inercia, por nostalgia o qué sé yo. Brooklyn Follies me pareció un aburrimiento, me salté Invisible y esas egocéntricas obras cuyos nombres no recuerdo, luego volví a él con Sunset Park pero ya no pasé de la página 50. Sin embargo quise leer en inglés y la estantería de la biblioteca no daba muchas opciones, así que saqué Invisible en préstamo -quería pensar que Auster tenía todavía algo que ofrecer, como poco me reiré, pensé-.
Adam Walker es un joven estudiante de segundo año de la Universidad de Columbia que conoce a una singular pareja en una fiesta, Born y Margot -Walker presume de no soportar las fiestas pero allí está-. Walker, en un insospechado giro erudito, trae a escena al poeta provenzal del siglo XII, Bertrand de Born, personaje de la Divina Comedia de Dante, y del que Walker traduce unos versos (demonios, es todo tan horrible, me digo, I love the jubilance of spingtime When leaves and flowers burgeon forth, And I exult in the mirth of bird songs Resounding through the woods). Tras advertir un inusual interés de la pareja, Walker vuelve a encontrarse con Born días después en un bar. Éste propone al joven -pero brillante (?)- dirigir una revista cultural. En un arrebato intelectual de Walker la revista se llamará Stylus, nombre que pretende rendir homenaje a Poe -ay, sacrilegio, no uses el nombre de Poe en vano, me digo-. 
La novela de Walker, "1967",  se divide en tres partes -la de Auster en cuatro-, así la primera parte de la novela de Paul Auster es la  primera parte de la novela de Walker -creemos que estamos leyendo la novela de Auster pero en realidad estamos leyendo la novela de Walker-, y se llama "Spring" (It was a warm spring evening, a soft and beautiful evening wih a cloudless sky overhead, the smell of flowers in the air, and no wind at all, not even the faintest hint of a breeze) -demonios, ¿smell of flowers in the air?, es todo tan horrible...-, escrita en primera persona por el propio Walker, una primera parte que incluye un asesinato, una parodia de reflexión dostoievskiana, una delación y una huida. La segunda parte del libro de Walker -QUE SE LLAMA... ¿"SUMMER"! SÍ, ¡GENIAL!- será leída por un amigo de la universidad de Walker, Jim, a quien confiesa en una carta estar muriéndose de leucemia. Esta segunda parte está escrita en horrorosa segunda persona, alguien se dirige a Walker como tú -sí, ya lo sé, es espantoso  -intento recordar cuál fue el último libro en segunda persona que leí y creo que fue El paraíso en la otra esquina de Vargas Llosa, y fue una experiencia horrible, después le dieron el Nobel- , y la culpa de esto la tuvo el amigo de Walker -que, ¡albricias!, también es escritor- porque es quien le sugiere que si está atascado con la segunda parte de su novela cambie el tiempo y la persona del narrador, y ni corto ni perezoso Walker le hace caso y escribe la segunda parte de su novela en segunda persona. En ella se narra una relación incestuosa, como Paul Auster debe saber Goethe estuvo tentado de escribir algo así, un amor entre hermanos, debido al afecto que tenía a su hermana Cornelia, pero Auster no es Goethe, y entonces Paul Auster escribe unas páginas tórridas, ya había incluido unas páginas tórridas en la primera parte con Walker y Margot, la novia de Born, como protagonistas -pero no le pareció suficiente y quiso añadir unas cuantas más, para bochorno del lector pues las páginas tórridas era lo más ridículo que un escritor podía escribir-, y entonces llega la tercera parte, "The fall", ¡otoño! (pero atención porque esta parte de la novela se la confía Walker a Jim en un sobre y está redactada de forma telegramática y así será Jim -¿Paul Auster?- quien la reescriba ("He had given me his permission, and I don´t feel that turning his encrypted, Morse-code jottings into full sentences constitutes a betrayal of any kind"aunque al final se le olvida que la estaba reescribiendo y leemos unas frases entrecortadas porque Walker se está muriendo y no le da tiempo a terminar el relato ("Tuesday. He spends the entire day walking through Paris. He sees a priest playing cricket with a gang of schoolboys in the Luxembourg Gardens") si bien yo no noto la diferencia de cuando escribía con parsimonia, y tengo que decir que el mayor aliciente de esta parte es que sucede en París -Auster vivió en su juventud en la ciudad de la luz, así que la conoce bien- y entonces Paul Auster se decide a escribir en tercera persona -y lo que es peor, ¡en presente! ahora que caigo, las tres partes están en presente, no, demonios, esto no puede ser realidad, me digo, leer en presente es una fatalidad, una auténtica pérdida de tiempo- que era la que le faltaba ("Walk arrives in Paris a month before his classes are scheduled to begin"), entonces todo encaja, la primera parte en primera persona, la segunda parte, en segunda persona y la tercera parte en ¡tercera persona! Paul Auster tuvo la suerte de que la novela de Walker no tuviera más partes pues tendría que haber utilizado la cuarta persona, y en "The fall" -también "La caída"- Walker se encuentra ¡albricias! a Margot por un lado y ¡al propio Born! por otro, y el lector dirá, vaya, ¿no es mucha casualidad que Margot se fuera a París primero y luego Born se fuera a París después y al final Walker se fuera también a París, por cierto, a hacer unos cursos enigmáticos? Pero eso no es todo, porque al poco de llegar ya Walker llama a Margot y uno piensa, ya está, más páginas tórridas no, por favor, y entonces va y ¿adivinen? ¡Born lo aborda cuando Walker está sentado tranquilamente en la terraza de un bar! Esto es la monda porque un día que estaba aburrido Walker dice, voy a analizar unos versos de George Oppen ("impossible to doubt the world: It can be seen And because it is irrevocable"), demonios, me digo, ¡George Oppen! ahora entiendo por qué nadie lo conoce. Aunque la cosa puede ser mucho peor pues Walker en otra ocasión se pone a escribir unos versos que afortunadamente no vuelvo a encontrar por más que hojeo el libro, y Walker recuerda una y otra vez la escena de la resurrección de la peli Ordet de Dreyer y y entonces mira por la ventana y escribe a su hermana: "To live here is to become a connoisseur of clouds, a meteorologist of whims", y entonces conoce a otros dos personajes, a Hélène, la prometida de Born, y a su hija Cécile, una jovencita que se enamora de Walker, pero claro, Walker tiene que abandonar París de manera forzosa al poco de llegar a causa de Born que es muy malo.
Bueno, pues lo que todos temíamos se hace realidad, ¡hay una cuarta parte!  porque el libro de Walker tiene tres partes y ya las hemos leído las tres con estupefacción pero aún quedaba la cuarta parte del libro de Auster donde Jim tiene que arreglar los cabos sueltos del pasado de Walker. En esa parte final, escrita en primera persona y en pasado -¡al fin algo de cordura!-, Jim se entrevista con la hermana de Walker porque cuando Jim llega a la casa de Walker para la cita que tenían concertada desde hacía meses Walker ya está muerto y entonces Jim le da a la hermana de Walker el  libro de su hermano a leer y esto es todo un disparate, me digo, porque tienen que decidir si publicar o no el libro de Walker a pesar de sus, digamos, inexactitudes. Luego Jim contacta con Cécile en París -porque Jim era el que faltaba que fuera a París- para obtener información sobre Born, y entonces ella le da a leer unas páginas de su diario cuando, muchos años después de aquel 1967 parisino, se reencuentra con Born en el Caribe -la señora va al Caribe para tres días y se lleva unos libros de ¡Vila-Matas y Thomas Bernhard!- y Born le propone que escriba una novela de su vida  ("And now I´m thinking novel, I understand that limites possibilities have suddenly opened up to us. We can tell the truth, yes, but we´ll also have the freedom to make things up") y entonces uno piensa que todo el mundo en este libro quiere escribir una novela sobre alguien o sobre sí mismo o sobre alguien que escribe una novela sobre sí mismo o sobre el que escribe la novela, pero claro, cambiando algunas cosas, como cambió Walker que no era Walker o Jim que no era Jim o pretende Born que no es Born o aquella relación que no era tal relación o aquel asesinato que no sabemos..., o en realidad hacer creer que ha inventado algunas cosas que en realidad no han sido inventadas..., un lío, vaya.
Entonces creemos que vamos a averiguar la verdad de todo, en fin, la verdad sobre Born, es decir, que Born era en realidad un (spoiler) ¡espía! Y con ese diario en el que se desvela sin querer desvelarse, aún digo que muy torpemente por parte de Born, la influencia que tuvo Born en -¡spoiler!- la  muerte del padre de Cécile, o mejor dicho, de su coma, es decir, que Born dice a Cécile que en la novela de su vida podía Cécile inventar alguna cosa como que uno conocía a otro y eran espías los dos y que ese uno mata al otro estropeando los frenos del coche o así, pero no fuera a pensar que esos dos -spoiler...- eran en realidad él y su padre, no, qué va, y uno dice, pero esto qué demonios es, y acaba el libro de Paul Auster.

viernes, 23 de octubre de 2015

Y Seiobo descendió a la Tierra. László Krasznahorkai.

Seiobo járt odalent.
2008 Krasznahorkai.
2015 Acantilado.
Traducción 2015 de 
Adan Kovacsics Meszaros.
Primeras páginas: 
Y_Seiobo_descendio_extracto.pdf

Krasznahorkai se adentra en el complejo mundo de la ceremonia y nos deja sin aliento. El guionista de Béla Tarr ha dejado de lado sus personajes oscuros, ebrios y perdidos en paisajes de nieve y fango, revueltas populares y tabernas obreras de La melancolía de la resistencia y los ha sustituido por abnegados monjes, restauradores incansables y singulares personajes que circulan entre maravillosas piezas de arte y lugares de ensueño.
Los capítulos se enumeran según la serie Fibonacci . ¿A qué se debe esta ocurrencia? Seguro que se da una explicación en algún sitio para mayor gloria del autor. 
Estos son los títulos de los relatos:

En total son 17 relatos, 6 de temática japonesa (Kamo, Buda, máscara Nó, maestro, santuario, Ze´ami) , 3 de arte renacentista italiano (Botticelli, Venecia, Il Perugino), dos de arte clásico (Acrópolis, Venus de Milo), tres si incluimos a la Alhambra, uno sobre música del barroco (Bach), dos de arte contemporáneo (el escultor Grigorescu, el pintor Kienzl), uno de arte medieval ruso (Rublev), y una coda china. ¿Qué significa este reparto? No lo sé.

En la contraportada se dice que la deidad Seiobo vuelve a la Tierra en busca de la perfección pero la figura de Seiobo aparece sólo en un relato (Vida y obra del maestro Inoue Kazuyuki) y la única referencia a este descenso proviene del título del libro. Kraszna ha recopilado una serie de narraciones sin aparente conexión donde la belleza y lo metódico parecen ser los temas principales. Los textos son, bien ficticios, bien recreaciones históricas. Hay que reconocer a escritores como Cartarescu, Pitol, Kratochvil o el propio Krasznahorkai su interés por revitalizar la narración en pleno siglo XXI, en definitiva, el valor de escribir después de Proust, porque, me digo, hay que estar loco para escribir después de Proust, es absurdo que alguien escriba después de Proust -tan solo Bernhard pudo huir del influjo Proust, me digo-, escribir después de Proust, leer a un "no Proust", ¡ridículo!, me digo, ¡después de Proust no hay nada!-me dije remedando a cierto personaje del libro, bernhardiano, por cierto, que defiende la nada después de Bach-.  
En el primer capítulo una garza espera paciente la llegada de una presa anclada en mitad del río Kamo mientras el mundo transcurre inadvertidamente a su alrededor ("Ni el más mínimo gesto sugiere que en algún momento saldrá de ese estado de inmovilidad absoluta" -¿saldrá el lector del estado de sopor absoluto -qué tiene de malo el sopor, me pregunto-?-). Es un capítulo de una gran belleza, es decir, un aburrimiento -al fin y al cabo la belleza es aburrida, está ahí, esperando que se la admire, sin más-. Del libro de Ester está sacada la historia de la reina persa Vashti, esposa del rey Artajerjes II. Apasionante por momentos, la narración sin embargo despide cierto aire infantil, según Kraszna (¿es él el narrador? ¿somos nosotros los lectores?) la historia había que contarla como si fuera un cuento ( "Porque, lamentablemente,la existencia de Vashti y la existencia de Ester, la historia de Vashti  y la historia de Ester sí que fueron puestas en duda por las llamadas investigaciones históricas, desde un principio se sospechaba que todo el asunto de Ester y sobre todo de Vashti, Asuero, Mardoqueo y Amán y del gran festín real y de todo aquello que allí acaeció, de hecho, no acaeció, cuanto ocurre en el libro de Ester es tan indemostrable e imposible de situar, tan inidentificable y propio de una fábula, dicen, que no pudo suceder en realidad, de modo que es mejor imaginarlo como cuento y a Ester, Vashti, Asuero, Mardoqueo y Amán como personajes de un cuento o, en un plano más elevado, de un mito, porque, esto afirmaba y sigue afirmando una parte considerable de los expertos, todo el Libro de Ester y, en particular, Vashti, que desempeña allí un mero papel secundario, simplemente carecen de una base real, de tal modo que, si no la sustancia, eso no, sí el origen de la festividad de Purim se pierde en la niebla y es de suponer que su relación con el Libro  de Ester sólo se estableció más tarde..." (etc)). Como sucede en otros episodios dos historias confluyen, por un lado la reina Vashti, por otro unos arcones del taller de Botticelli cuyo encargo acuerda su discípulo Filippino con una gran familia. 
En un monasterio se retira una gran estatua de Buda para ser restaurada en el Museo Nacional. Los monjes llevan a cabo un complejo protocolo que Kraszna presenta con todo detalle -esta idea de ceremonia y también del procedimiento normalizado -hasta lo grotesco (tan exigente que es imposible cumplirlo en su totalidad ni tras meses de preparación)- está presente en muchos de los relatos y el autor se recrea en su descripción (dos conceptos que parecen contrapuestos y que parecen ir de la mano, el protocolo técnico y la invención artística. ¿Por qué el ser humano ha protocolizado hasta puntos irrisorios toda su actividad, no sólo la artística? El ritual -¿lo mecánico?- como exageración es una de las reflexiones que guarda el libro de Krasznahorkai -y, paradójicamente, ¿no estaba cayendo Kraszna en esa misma debilidad protocolaria al escribir de forma protocolaria cada paso del protocolo exhibido (y, así mismo, el lector ¿no era esclavo del procedimiento habitual de lectura, es decir, leía página tras página, capítulo tras capítulo, bien reconfortado en el sofá de su casa?)?-)-. A ratos apasionante, a ratos no tanto -tanta minuciosidad me recordaba a las novelas de Kobo Abe, si bien yo pensaba que Abe era un genio, y su narración analítica resultaba fascinante-, el relato sigue el proceso de restauración del Buda, salvo cuando se centra en la figura de uno de los restauradores -sufre mobbing por parte del jefe-, pensamos que el relato seguirá otros vericuetos, que adoptará una perspectiva más "humana", pero es un espejismo, Kraszna retoma el ritual -de la restauración esta vez- y concluye el relato con la recepción del buda -otro ritual- en el monasterio -se observa una contraposición extraña entre el ritual budista y el procedimiento restaurador, ambos tan exigentes que resultan insalvables-. Hay otro episodio de una restauración, esta vez de una tabla renacentista procedente del taller de Bellini -¿está obsesionado Kraszna con la restauración? ¿quiere decirnos algo?-. Un tipo vuelve a Venecia once años después para ver un cuadro del Cristo muerto, no sabemos si la vez anterior también vio el cuadro o estuvo ya en el museo y no vio el cuadro o el cuadro ha despertado su interés recientemente o qué. Los expertos no se ponen de acuerdo en su autoría, unos la atribuyen a Tiziano pero un proceso de limpieza saca a relucir la firma de un autor secundario pero ¿quién va a acudir al museo para ver la obra de un artista semidesconocido? Es más interesante que se siga creyendo obra de Tiziano (velada reflexión sobre el mundo del arte). La tabla se expone en un museo, Scuola Grande di San Rocco, repleto de Tintorettos que no son de Tintoretto, dice el hombre, y lo persigue el vigilante porque es el único visitante del museo y el vigilante el único vigilante del museo -una vez estuve en el museo de Solothurn en Suiza, cerca de  Berna -en el suelo del parque botánico alguien perdió un papel que ponía "Robert Walser Jakob von Gunten"-, allí había un cuadro de Holbein, el vigilante me seguía por todas las salas, yo iba anotando en un cuaderno de notas mis propias notas hasta que el vigilante se cansó porque seguro que pensaba que yo estaría media hora como mucho paseando por el museo y no podía imaginar que yo estaría más de dos horas en aquel pequeño pero hermoso museo copiando notas, no tanto reflexiones, de los cuadros que yo veía, nota tras nota, ¿dónde estarán esas notas ya? ¿para qué sirvieron? y así fue que el vigilante dejó de seguirme-, y el visitante al que seguimos desde el principio -a la vez que él es seguido o cree ser seguido- piensa cosas y es gracioso y piensa que lo quieren matar y cree ver que los párpados del Cristo se mueven, y al final -spoiler- no va a salir nunca del museo ese. 
En Así se hace un asesino, un ciudadano del Este llega a Barcelona decidido a comenzar una nueva vida. Al no encontrar trabajo se dedica a deambular hasta que agota sus ahorros y debe alojarse en un hogar para indigentes. Un día camina por el Paseo de Gracia y entra en la Pedrera de Gaudí sin saber por qué, allí admira unos cuadros religiosos de una exposición -estuve allí en 2007, en la sala de exposiciones de la Fundación la Caixa, viendo una gran exposición de Nicolás de Stäel (los bancos lo tienen todo, nuestro dinero, nuestras casas, nuestra cultura...)-, cuando realmente nunca le había interesado el arte. Entre ellos hay una copia de La Trinidad de Rublev -¿cómo puede uno leer sobre Rublev -Rubliov, escribe Krasznahorkai- y no pensar en la película de Tarkovsky -de la que sólo recuerdo que es extraordinariamente larga-?-. Krasznahorkai explica el origen de esa pintura de Rublev, de las diferencias con las copias, ¿sabe todo eso el indigente -como él mismo confiesa no entiende nada de arte, tan sólo trabajó una temporada en un taller de restauración-? 
Con un estilo intencionadamente enrevesado -deudor en parte de Bernhard-, el escritor aporta numerosos nombres propios, de artistas, localidades, procedimientos técnicos, expresiones japonesas, en definitiva, una lluvia de información que puede ofuscar al lector. Todo es técnicamente muy loable pero Krasznahorkai se queda a medio camino en su intención -sea cual sea-, porque casi todo parece impostado, prefabricado, sin chispa,...  -qué leve es a veces la frontera entre lo brillante y lo mecánico, me digo estúpidamente-
En La vuelta a Perugia seguimos el retorno -sospechamos que- de Il Peruggino -demonios, di desde el principio "iba el Perugino...", y no te andes con rodeos, y llama a Botticelli Botticelli, ya sabemos que has mirado en un libro de arte -ni siquiera eso, ahora se mira en google- el verdadero nombre de Botticelli- a su natal Perugia después de haber trabajado durante años en Florencia. El ajetreado trayecto de los ayudantes durante cuatro días de accidentada marcha en carro ocupa la mayor parte de la narración, consiguiendo un contrapunto extraordinario con la belleza de la tabla encargada a Il Perugino para ser terminada en el año 1500 con esos azules ultramar y bermellones y la preparación de la tabla, encolado, triturado de pigmentos, etc..., y es que el lector termina sintiendo ese cansancio insoportable de los viajantes, esa vía Casia totalmente despedrada, esos caballos a punto de reventar -al final aparece Raffaello como uno de sus ayudantes más capacitados ("sólo sabían que venía de Urbino, que sabía dibujar y pintar y poca cosa más, tampoco se interesaban mucho por él")...". 
La obra que prepara a hurtadillas el escultor Grigorescu es muy ocurrente -un concepto, el de la ingeniosidad, que parece primar en el arte actual-, y lo convierte en una especie de Miguel Ángel ecológico. 
Muy interesante es la visita a la Alhambra -por la descripción del trayecto el protagonista parece utilizar la Cuesta del Rey Chico en lugar de la más turística y asfaltada Cuesta de Gomérez-. Krasznahorkai se refiere al nombre del monumento, su naturaleza, sus constructores, el año de edificación, su historia, las distintas hipótesis de los expertos, queda maravillado por las geometrías allí talladas, por la increíble belleza del recinto, por lo absurdo que puede resultar tal belleza, por su falta de sentido.
En otro capítulo un tipo -¿será el mismo una y otra vez? ¿tiene sentido que sean "otros"?- va a Atenas para cumplir el sueño de ver la Acrópolis, hace muchísimo calor, el resplandor del sol le impide ver el Partenón, vuelve al centro y (spoiler) lo atropella un coche. En otro, un fabricante de máscaras de teatro Nó trabaja en su próxima careta...
En fin, no sé qué sentido tiene explicar de qué trata cada relato, creo que Krasznahorkai podía haber escrito un libro de ensayos de arte y no disfrazarlos en forma de narraciones. A veces el libro es divertido en su deformación. Entonces llega el episodio del vigilante del Louvre, ese vigilante al que le asignan la sala de la Venus de Milo y que a veces explica a algunos visitantes la importancia de Praxíteles, y es este uno de los mejores relatos, la vida de ese hombre dedicada a admirar la Venus, tan solo coge unas líneas de metro de su casa al museo y vuelta, pasa ocho horas delante de la escultura, se pregunta si no es absurda tanta belleza -ese personaje encontró el sentido a la vida, ¿ridículo?, ridículo es no encontrarle ningún sentido-, y luego viene el relato de la conferencia del barroco y Bach de un arquitecto prejubilado, un relato con claras reminiscencias bernhardianas, que debía haber durado doscientas páginas más, quizás todo el libro, quizás esos dos relatos debían haber ocupado todo el libro, la venus por un lado y el arquitecto prejubilado por otro, me digo, esos dos grandiosos relatos que por sí justifican el libro y quizás toda la obra de Krasznahorkai también, y luego viene el relato del pintor Kienzl que parece inspirado en Hodler que era paisajista sobre todo, aunque también pintó la inquietante La noche del museo de Berna y que vi un día lluvioso, y la mujer muerta del museo de Basilea, que representa a la amante de Hodler, Valentine, así como aparece en el relato Augustine y la misma Valentine, sin duda ese pintor que espera en la cola de la taquilla en la estación de Ginebra para partir a Lausana es Hodler -y donde un viejecito hace siempre algún comentario por cada billete que expende-, que pintó el lago Leman y esa mujer muerta que recuerda al cristo muerto de Holbein del museo de Basilea y que el protagonista de El idiota de Dostoievski visitara y quedara fascinado en lo que era un pasaje autobiográfico prácticamente, y el porqué Krasznahorkai lo llama Kienzl, pintor suizo, eso no lo sé, un nombre que recuerda a Klee y cuya biografía en el relato puede recordar a Klee, pero que en definitiva se refiere a Hodler ese Kienzl del relato, si bien Hodler murió en 1918 y la acción transcurre en 1919 creo, y leemos algunas ciudades suizas como Berna, Zurich, y ¡Solothurn! sí, esa preciosa y pequeña ciudad que mencioné anteriormente no recuerdo ya a cuento de qué -ah, sí, estuve en Solothurn, era un día festivo, estaba el centro histórico desierto, hacía frío...-, y de hecho esos dos capítulos son tan extraordinarios que ahora ya el resto del libro me parece más flojo de lo que me parecía antes de leer esos dos relatos, porque he comprendido que Krasznahorkai tiene un talento que asoma en ocasiones, y hay que estar ojo avizor, leer con esperanza todo el libro hasta que aparece esa luz, ese destello genial -¡cuando más se aproxima a Bernhard!-. En Una pasión particular el arquitecto prejubilado anuncia la aniquilación del Barroco por las orquesta actuales -esto de la aniquilación suena muy bernhardiano, en serio-, arremete contra Karl Richter ("tosco diletante" -calificativo bernhardiano donde los haya-), Harnoncourt ("Harnancourt" -sic-) ("tosco"), Magdalena Kozená ("cada vez más débil"), Bartoli ("frívola") pero ensalzaba a Lorraine Hunt ("agradecido") cuando lo cierto es que Hunt gritaba a Haendel, y eso lo tenía yo claro desde la primera vez que escuché a Lorraine Hunt cantar a Haendel, es decir, que Lorraine Hunt no cantaba a Haendel sino que gritaba a Haendel era más que evidente, y eso lo pude constatar en aquel aria que abría el disco recopilación de harmonia mundi en su décimo aniversario -¡hace ya muchos años, todo se acaba, vamos a morir, de eso no hay duda!- cuando quedaba su voz  sola ante la nada y gritaba aquello, era un grito demencial el de Lorraine Hunt, de una gran belleza, por cierto, bueno, su personaje digamos, no en realidad Krasznahorkai, también habla del niño prodigio Mozart ("saltimbanqui de la gracia"), lo cual era inadmisible, bueno, en fin, que después del barroco no hay nada (y se mencionan autores secundarios como Fux o Reincken -sic-), dice ese arquitecto que nunca vio llevado a cabo ninguno de sus proyectos, que la Pasión según san Mateo de Bach es el punto culminante, que no hay nada después ni antes que lo supere, cuando él mismo habla de lo inadecuado que es hablar de
superioridad entre obras musicales, CLARO QUE TAMBIÉN FUE UNA TREMENDA CASUALIDAD O GUIÑO CÓMPLICE QUE en el relato de la reconstrucción del santuario "no sé qué" -porque como comprenderán es imposible que yo me acuerde del nombre del templo ese, bastante tengo con haber aprendido el nombre de Krasznahorkai y aún así de escribirlo cada vez correctamente, lo cual supone un verdadero suplicio- apareciera una tal señora Bernard -aunque no Bernhard-, una señora antropóloga, un japonés -cuya familia se dedica a la fabricación de telares para teatro Nó- y un estudiante de arquitectura europeo que pretenden llevar a cabo la reconstrucción del santuario en Ise, pero desde el primer momento recibirán la negación de las autoridades, que Krasznahorkai haya descubierto a Bernhard a estas alturas es sin duda un gran descubrimiento para él y para nosotros inclusive porque quién demonios ha tomado el relevo de Thomas Bernhard, es decir nadie, nadie ha tomado el relevo de Thomas Bernhard a su muerte y eso tiene una sencilla explicación que voy a explicar a continuación: porque quien tome el relevo de Thomas Bernhard está abocado al más profundo de los ridículos porque en el estilo de Thomas Bernhard nadie puede escribir a la altura de Thomas Bernhard y quedará en sí mismo como una parodia de Thomas Bernhard, en todo momento estaremos rememorando a Thomas Bernhard y no al escritor que haya tomado el relevo de Thomas Bernhard y me pregunto si Krasznahorkai ha decidido tomar el relevo de Thomas Bernhard después de algo totalmente diferente al estilo de Bernhard en Al norte la montaña de 2005 aunque aquella era una historia muy poética la verdad es que no tenía ni pies ni cabeza, y ahora ha seguido Krasznahorkai con su gusto por lo japonés y en verdad os digo que era más cautivador Krasznahorkai cuando escribía húngaro, es decir, en La melancolía de la resistencia donde era capaz de lo peor -la escena en el bar de los planetas rotando- y de lo mejor -la exhibición itinerante de la ballena gigante o las reflexiones sobre la armonía de Werckmeister-, pero al menos era mucho más original que cuando se puso a escribir japonés porque el hecho de que incluyera muchos nombres japoneses no contribuía en nada a su poética sino que tan sólo la dificultaba y en parte había perdido la poética de Al norte pero en los relatos de la Venus de Milo -¡un excelente relato!- y de la conferencia del arquitecto prejubilado sobre la grandeza del Barroco -¡un notable relato!- Krasznahorkai parecía haber encontrado el tono exacto aunque con cierto -¡con mucho!- aire bernhardiano, y qué se le iba a hacer, en realidad Krasznahorkai era mejor heredero del bernhardismo que Lars Iyer de quien leía estos días igualmente su floja Dogma después de su esperanzadora Magma, aunque Iyer también tenía buenos puntos y sus recaídas bernhardianas eran lo mejor de su prosa lo cual decía bien poco de su prosa genuina y sobre todo decía sobre su interés por ser el nuevo Bernhard, así que yo veía aunque remotamente como posibles herederos de Bernhard tanto a Iyer como a Krasznahorkai, si bien no estaba seguro de que fueran ellos conscientes de este hecho y ya que ningún periodista les había preguntado -aunque Iyer ya se había declarado en alguna ocasión devoto de Bernhard y por ello no tenía que ocultar dicha devoción de ninguna manera -si bien era cierto que una cosa era ser devoto de Bernhard y otra bien distinta intentar ser el heredero de Bernhard- o bien sí le habían preguntado pero yo no había leído esa entrevista, cosa lógica porque en realidad no había leído ninguna entrevista a Krasznahorkai o mejor dicho sí había leído una entrevista que le hicieron cuando le dieron el Premio de algo recientemente, un premio absurdo como todos los premios que se dan (man-booker-international), y por eso Bernhard rechazó un montón de premios como así contaba en su póstuma Mis premios pero Krasznahorkai no rechazó ese premio y había perdido una gran oportunidad de emular a su amado Bernhard porque a estas alturas yo estaba seguro de que Krasznahorkai amaba a Bernhard y como sí había hecho Javier Marías que había rechazado el premio nacional de narrativa como hiciera Thomas Bernhard y aquí sí veía yo un intento de homenajear a su también amado Bernhard si bien Marías no escribía en ningún caso como Bernhard ni lo pretendía porque como buen conocedor de Bernhard era más que consciente del riesgo que eso suponía y por eso quizás Marías era un escritor correcto, sutil, inteligente pero totalmente insoportable e intrascendente y aburrido porque su prosa no decía nada, porque su prosa estaba vacía y aunque sus novelas eran ingeniosas y se leían con interés lo cierto era que su obra era una obra absolutamente coja y fallida con la única excepción de Negra espalda del tiempo, su obra maestra inconclusa que jamás continuó aunque dijo que así lo haría y por qué Javier Marías nunca escribió la segunda parte de negra espalda del tiempo sólo lo sabe él y es una pena porque aún espero que Marías escriba la segunda parte de negra espalda del tiempo y mientras tanto me trago esas obras menores que está escribiendo para entretener al público pero que en realidad son terriblemente malas, esos libros como Los enamoramientos o Así empieza lo malo, pero quiero retomar el sentido de este comentario y volver a Krasznahorkai aunque ya nada tiene sentido, ni este comentario, ni la belleza de la venus de Milo ni de la Pasión de Bach ni de la tabla de Botticelli ni de la máscara Nö de aquel menda que se levantaba al amanecer ni el pollo aquel en el río Kamo..., nada de eso tenía sentido ya.